No te tapes los ojos, pero te aviso, te voy a contar una curiosidad inquietante, y no digo esto para crear suspense, es una anécdota escabrosa y real, trapos sucios de esa gente de mal vivir que proyecta sus sueños en una sábana blanca vertical. Solo te diré que puede que saltes de tu silla y te agarres a la lámpara como un gato.
Las rubias eran la perdición de Alfred Hitchcock. Unas veces se enamoraba de sus actrices, y otras, simplemente, caía en el pozo de la obsesión. El dado del destino. Alma Reville, guardaba en el garaje de su hogar una ilustre colección de calabazas con la sonrisa boca abajo. Hacía años que su viejo anillo de compromiso la había vuelto invisible, cristal líquido de lágrimas. Un matrimonio original. Atraviesa conmigo este espejo que es una ventana, estamos en el rodaje de Los Pájaros, y curioseando por uno de los platós, entre cámaras, focos y micrófonos, vemos un calendario colgado en la pared, es el año 1963. El mago del suspense está rodando una novela escrita por Daphne Du Maurier. Esta vez, el pajarraco que creó Psicosis será el ama de llaves de Rebeca, se ofuscará sobrepasando todos los límites profesionales y éticos. La víctima: Tippi Hedren.
Ingrid Bergman abandonó Paris por Roma, Hollywood, por el neorrealismo, y encontró a Roberto Rossellini. Y otro de sus objetos del deseo, Grace Kelly, prefirió ser princesa a los cuentos, y se fue a Mónaco. Dos rubias robadas. No habrá estrellas en mi próxima película, pronunció Hitch. Un momento, ¿quién esa chica? Sí, la del anuncio. Tippi Hedren era una desconocida muy guapa, que sin embargo, no sabía actuar, un diamante sin pulir. Eso sí, cuando picotearon a su puerta, no dudó en firmar el jugoso contrato con MCA. Pensando que no sería más que una secundaria, claro. Un pelotazo. Pero la vida te da sorpresas, y el realizador inglés, más. Así que le dio el papel protagonista. No solo eso, se convirtió en su mentor. Un educador muy retorcido, my fair lady, un hombre que sabía demasiado.
Hedren no quería ser desagradecida y se dejó hacer. Era su gran oportunidad. Pero… vivir con el genio en los talones, encadenado, no es plato de buen gusto. Más, si no solo te da consejos prácticos para tu profesión. Hitchcock empezó a controlar cómo vestía en su vida privada. Él pagaba la ropa. Supervisaba a dónde iba, con qué gente se veía… ¡todo! Las insinuaciones y las indirectas más que directas, eran flechas que se clavaban en la autoestima de la infortunada actriz. ¡No, no y no!
Oídos sordos. Hasta que llegó una de las escenas clave. La idea original era utilizar pájaros mecánicos pero el perfeccionismo de Hitchcock rasgó la cortina, y su afilado ingenio sospechó que el frenesí parecería más auténtico si lanzaban aves reales sobre Tippi. Pánico en la escena, un crimen perfecto. Uno de los pájaros se asustó y atacó a la rubia. El percance casi le cuesta un ojo, y tuvo un ataque de histeria. Normal. El rodaje estuvo parado una semana.
A pesar de su carita de honrada, el amigo de las rubias decidió que Tippi Hedren protagonizaría Marnie, la ladrona. Su siguiente proyecto. Ella intentó poner pies en polvorosa, subir 39 escalones para no sentir la soga al cuello, pero no había salida. Su firma en el longevo contrato no tapaba la letra pequeña. La trama de seducción fatal ya no tenía freno, la obsesión daba vértigo. El indiscreto inglés le enviaba cartas subidas de tono, la visitaba continuamente en su camerino, la colmaba de regalos y atenciones. Atormentada. Las malas lenguas cuentan que aprovechó una prueba de maquillaje para encargar un molde con la cara de la actriz y así, poder conservarla. Da miedo. Incluso ahora que ya es ceniza…
Aquí llega el chascarrillo que me ha impulsado a escribir este artículo. Una broma más que pesada. Un regalo envenenado. Un buen día, el autor de El proceso Paradine tuvo un arranque de originalidad y mala uva, y envió un paquete sorpresa a Melanie Griffith, la hija de cinco años de la actriz. Una caja de madera que parecía un sarcófago. Y del interior del ataúd, la niña sacó una muñeca, que era la réplica exacta de su madre. Vestida como en Los Pájaros, con el mismo peinado. Escalofriante. Puedo imaginar el grito horrorizado. Ahora entendiendo el porqué de la vida posterior de la ex de Don Johnson…
Hitchcock la creó y Hitchcock la destruyó, Tippie Hedren nunca más volvió a ser la misma. Gracias a Dios, no tenemos que aprobar la biografía, ni los comportamientos de los genios para admirar su obra. Son dos planos diferentes.