Descubre los mensajes que el ser humano ha enviado al universo

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Suena un pitido agudo e intermitente en el Observatorio del Roque de los Muchachos, en Canarias. Los astrónomos se miran sorprendidos. Son conscientes de que esa señal acústica no se activa así como así. ¿Qué será? Se acercan casi corriendo al ordenador central. Sea lo que sea proviene de universo. Emocionados pulsan sobre un recuadro que se ha abierto en el centro de la pantalla de plasma. “No lo puedo creer… Son ellos… Han contestado”.

¿Podría esta situación ficticia ser realidad en un futuro cercano? ¿Podría una raza de seres extraterrestres haber encontrado el planeta Tierra? Las respuestas a estas preguntas quizá dependan más de fe y de creencias que de una verdad absoluta. Lo que no se puede poner en duda es que el ser humano, desde su insignificante posición dentro de su galaxia y del universo entero, ya se ha lanzado a la comunicación interestelar.

La búsqueda de organismos extraterrestre ha sido una constante en la vida de hombres y mujeres, de culturas y civilizaciones. Pero ahora por fin la raza humana cuenta con medios suficientes como para, al menos, mandar mensajes al universo distante y desconocido.

Una placa de aluminio en la Pioneer 10

La primera iniciativa de contactar con otras civilizaciones se puso en práctica con la sonda espacial Pioneer 10. Fue lanzada en 1972 para investigar los secretos de uno de los gigantes gaseosos del sistema solar, Júpiter. La Pioneer, como su propio nombre indica, no solo fue la pionera en alcanzar un planeta tan lejano: también lo fue en transportar el primer mensaje humano al universo.

Placa de la sonda Piooner 10

La placa de aluminio anodizado en oro (un material extremadamente longevo) contiene información de la presencia de la Tierra en el universo, de la especie humana y de la química más básica del planeta. A la derecha aparece el dibujo de la sonda espacial Pioneer con la única intención de dar proporción a las figuras humanas que tiene delante. En la parte inferior se encuentra un esquema del sistema solar y de la ruta que siguió la sonda. Al lado de las figuras humanas se dibujan unas líneas que parten de un mismo punto. Ese punto es el planeta Tierra, y las líneas indican la dirección de los púlsares (estrellas de neutrones que emiten una radiación periódica, como si se tratara de un intermitente) más cercanos al planeta. La intención de este dibujo es constituir un mapa estelar que indique dónde está la Tierra exactamente. Por último, en la parte superior se muestra un esquema de la molécula de hidrógeno, el elemento más común en el universo conocido.

Aunque el mensaje sea prometedor, lo cierto es que la sonda Piooner 10 no llegará hasta la estrella Adeberán, en la constelación de Tauro, hasta dentro de 1.690.000 años. Suponiendo que alguna civilización pudiera recibir, entender y contestar a la información, y partiendo de la base de que sus medios tecnológicos para contestar fueran similares a los nuestros, no podríamos recibir una respuesta hasta dentro de 3.380.000 años.

Un mensaje que viaja a través de ondas de radio

No constituyó la primera intención de contacto interestelar, pero sí la más ambiciosa: el mensaje de Arecibo. Se trata de un mensaje de radio enviado al universo desde el radiotelescopio de Arecibo en 1974. Estas ondas fueron enviadas al Cúmulo Globular llamado M13, situado en la constelación de Hércules a una distancia de 25.000 años luz. Este cúmulo de estrellas esta formado por más de 400.000 estrellas. De entre todas ellas, ¿cuántas se parecerán a nuestro sol? ¿Cuántos planetas las orbitarán?

El mensaje de Arecibo, en cuyo diseño participó el astrónomo Carl Sagan, famoso por su serie documental Cosmos: A Spacetime Odyssey, de los años ochenta, tiene una longitud de 1679 bits. Este número fue escogido porque es el producto de dos números primos y se puede descomponer para formar un cuadrilátero. El mensaje de Arecibo esconde información sobre la Tierra y la especie humana en código binario. Se utilizó este código por su eficacia y lo fácil que resulta descifrarlo.

Mensaje de Arecibo

El mensaje contiene, leído de izquierda a derecha, los números del uno al diez, los números atómicos del hidrógeno, el carbono, el nitrógeno, el oxígeno y el fósforo, todos ellos componentes básicos del ADN del homo sapiens sapiens, la especie que ha enviado el mensaje. También se envía información sobre la fórmula de los azúcares, las bases en los nucleótidos del ADN, el número de nucleótidos en el ADN y su estructura helicoidal doble. En el centro se encuentra la figura de un hombre y debajo un esquema de nuestra posición en el sistema solar. Por último una representación del radiotelescopio de Arecibo con su diámetro.

Un disco de oro en la Voyager 1 y 2

Aunque fue el último mensaje enviado al espacio, ha sido el más conocido. El famoso astrónomo Carl Sagan fue el científico encargado de diseñar este mensaje interestelar. Cuando la Voyager 1 y 2 despegaron de la Tierra en septiembre de 1977 para viajar hasta los planetas exteriores (Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano) no solo llevaban en sus entrañas un formidable equipamiento científico, sino también el famoso disco de oro interplanetario.

Disco de oro de la Voyager

Este disco lleva grabado una pista de hora y media de duración en la que se puede escuchar música de varias culturas del planeta y sonidos de la naturaleza (el mar, llanto de un bebé, ballenas…). También cuenta con saludos grabados en 55 idiomas terrestres, además del del presidente estadounidense Jimmy Carter. El disco de oro también contiene 115 imágenes y explica la localización del Sistema Solar en la galaxia, las unidades de medida que se utilizan en la Tierra, características del cuerpo humano, de su composición y de la sociedad.

Actualmente se conoce que las Voyager, que llevan más de 34 años surcando los cielos, han salido ya de nuestro sistema solar y será posible contactar con ellas hasta el año 2025. ¿Quién sabe si no será otra civilización la que las encuentre?

Archivado en Piooner 10, Universo, Vida extraterreste
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