¿Qué le falta a nuestra tecnología para viajar hasta Marte?

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Viaje a Marte

Las últimas noticias que nos llegan desde el planeta rojo son, cuanto menos, esperanzadoras. Por fin se confirma lo que todos estábamos esperando: en Marte hay agua líquida. Aunque esta no forme ríos ni cascadas, investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia han encontrado sales hidratadas en la superficie del cuarto planeta del sistema solar. Esta corre por la corteza de Marte cuando las temperaturas son más elevadas, dejando unos surcos misteriosos que siempre han tenido intrigados a todos los científicos. Después de barajar varias hipótesis, por fin se ha concluido que se trata de agua, agua salada y líquida.

La noticia ha corrido como la pólvora en los medios de comunicación, y son muchos los que defienden que Marte será nuestro nuevo hogar. Si bien es cierto que este descubrimiento cambia nuestra percepción del planeta rojo, todavía es pronto para saber de dónde procede esa agua. No obstante es un hecho que, cuanto más sabemos de este astro más deseosos estamos de aterrizar en su superficie.

Vivir en Marte

Que el objetivo del ser humano es intentar colonizar Marte no es algo novedoso. Algunos opinan que es el siguiente paso evolutivo de nuestra especie. Y es precisamente este espíritu el que ha promovido un sinfín de proyectos que trabajan para crear los medios necesarios. Incluso se está entrenando a los astronautas a través de un sistema de hologramas que simulan las condiciones del planeta marciano para que, cuando aterricen en él, estén acostumbrados a un entorno tan hostil. Aunque los más optimistas afirman que en el año 2020 el hombre habrá estado ya en Marte, se necesita mejorar mucho nuestra tecnología para hacer un viaje de más de 56 mil millones de kilómetros en el menor tiempo posible y de la forma más segura.

Rocas cósmicas más rápidas que las balas

A menudo pensamos que el espacio es un lugar vacío. Tan sumamente grande que es fácil avanzar millones de kilómetros sin encontrarte nada más que el abismo absoluto. Pero nada más lejos de la realidad. El cosmos está repleto de pequeñas rocas, de fragmentos diminutos (y no tan diminutos) de asteroides, meteoritos y cometas. Estos residuos pululan por el espacio a velocidades inconmensurables. El primer reto para llegar a Marte es evitar que las continuas colisiones de estos objetos terminen perforando la nave espacial.

Vivir en Marte

Desde la NASA trabajan en la construcción de un nuevo blindaje que sea capaz de retener la energía con la que penetran las rocas cósmicas. Con este fin, la agencia del gobierno estadounidense ha puesto en pie el arma más potente del mundo: un cañón de cincuenta y cinco metros de largo que lanza proyectiles del tamaño de un tornillo contra el material del que están construidas las naves espaciales. Los pequeños objetos, disparados a treinta y dos mil kilómetros por hora (diez mil veces más que la velocidad con la que sale una bala) perforan en cuestión de un segundo cualquier material que tengan delante. De una forma brillante y sencilla han ideado un nuevo sistema de blindaje capaz de solventar el problema. Este consta de más de cinco capaz de unos veinte centímetros de grosos de goma espuma, reforzadas por planchas de metal y de material antibalas. De este modo el proyectil solo consigue penetrar en las tres primeras capas, pero nunca llega a traspasarlas en su totalidad.

Vivir en gravedad cero

Flotar es divertido. Imagina estar todos los días volando de un lado para el otro. Lamentablemente todo lo que tiene de entretenido lo tiene de insalubre, ya que el cuerpo humano en gravedad cero empieza a desprenderse de aquello que no le hace falta, como la masa muscular y la masa ósea. En la actualidad dos horas de ejercicio diario son suficientes. Pero no lo serán para un viaje que dura aproximadamente tres años.

Vivir en Marte

La alternativa más factible es recrear la gravedad terrestre de manera artificial a través de la fuerza centrífuga. Como se aprecia en muchas películas de ciencia ficción, como 2001: Odisea en el espacio o Interestelar, contar con una nave espacial giratoria sería la mejor opción. No obstante construirla es demasiado complicado y costoso, por lo que los astronautas deberían conformarse con una sala giratoria en algún lugar de la nave a la que acudir rutinariamente. Aun con todo no sería suficiente y los efectos negativos de la gravedad cero serían palpables con el paso del tiempo.

Estar expuestos a rayos cósmicos

A la Tierra no llegan estos rayos gracias al campo magnético que nos protege. Sin embargo el espacio está plagado de ellos. Son partículas subatómicas como los protones que provienen de las estrellas que han explotado a lo largo de todo el universo y que viajan a velocidades cercanas a las de la luz. Los rayos cósmicos no se detienen. Atraviesan todo lo que encuentran. Incluidos a los astronautas, a los que les basta cerrar los ojos para poder ver con claridad esos fogonazos de luz intensa.

Explosión de supernova

La exposición a estos rayos es altamente dañina, pues alteran el ADN humano y predisponen a las células del cuerpo a volverse cancerosas. La posibilidad de sufrir un cáncer aumenta considerablemente después de un viaje al espacio. A pesar de ser conscientes de este problema, por el momento no se ha ideado ninguna técnica que mantenga a los astronautas a salvo. De modo que aquellos que deseen llegar hasta Marte tendrán que asumir también este riesgo.

La presión atmosférica y el traje espacial

Acostumbramos a pensar que del aire que nos envuelve solo necesitamos el oxígeno que respiramos. Pero no es lo único. La presión atmosférica, el peso que ejerce ese aire sobre nuestros hombros, es de vital importancia para nuestra supervivencia. Si estuviéramos expuestos al vacío espacial, donde no existe esta presión, nuestro cuerpo se inflamaría rápidamente y terminaría convertido en una pasta que después se evaporaría. Esto se debe a que nuestro cuerpo está compuesto, en parte, de gas. En nuestros pulmones, en nuestra sangre y en nuestras células hay gas disuelto que sin la presión atmosférica empezaría a formar burbujas que se escaparían de nuestro cuerpo ocasionándonos la muerte.

El nuevo traje espacial

La principal misión de los trajes espaciales es precisamente la de simular la presión atmosférica, concretamente un tercio de la misma. Estos trajes, valorados en diez millones de dólares, es lo único que separa al astronauta de la muerte. No obstante son demasiado pesados y rígidos, por lo que se necesitaría un nuevo diseño para que la tripulación pudiera trabajar y moverse con libertad en la superficie marciana. Aunque se han hecho muchos avances, y ya existe un nuevo modelo de traje basado en tejidos que ejercen la presión directamente sobre la piel, todavía queda mucho por hacer.

Combustible: cómo recorrer más en menos tiempo

Quizá el mayor reto tecnológico que plantea el desplazamiento humano por nuestro sistema solar es el de encontrar un sistema de combustible ligero, duradero y que aporte mucha energía con pocos recursos para poder desplazarse a mayores velocidades. Los modelos clásicos son aquellos motores propulsados por vapor de agua o por energía nuclear, pero ambos sistemas son demasiado aparatosos y lentos. Todas las miradas están puestas ahora en el motor de magnetoplasma de impulso variable, conocido como VASIMR, que parece aportar una buena alternativa para nuestro viaje a Marte y a otros rincones del sistema solar.

Viaje a Marte

Un cohete que tuviera un motor de magnetoplasma en su interior funcionaría gracias a la energía liberada de la misma reacción química que se produce en el Sol. El proyecto se basa en la colocación de una fuente de ondas de radio capaz de calentar el gas del interior del motor a un millón de grados. A esta temperatura el gas pasa a estado de plasma, lo mismo que sucede en el astro rey. En el estado de plasma los átomos se descomponen en una sopa de partículas cargadas que se mueven a velocidades muy elevadas. Si se redirigen esas partículas a la popa de una nave espacial se desplazaría muy rápido. Pero este sistema de abastecimiento es muy peligroso, pues se trabaja a altas temperaturas y existe un marcado riesgo de incendio. Aun así, es la alternativa más factible sobre la que se sigue trabajando para poder visitar los planetas del sistema solar.

Con todo queda claro que el espacio es un lugar hostil y peligroso para el hombre. Entraña un sinfín de riesgos que no siempre se pueden controlar. Pero siempre habrá gente dispuesta a afrontarlos para dar el siguiente paso en la evolución del ser humano.

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