“Searching for Sugar Man”, el hombre que nunca se sintió un fracasado

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Este documental ganó el Óscar y yo me quedé chafado. Desmoralizado. Había apostado por “Invisible war”, un documental denuncia. Dos minutos más tarde, la curiosidad me acercó a Google. ¿Qué es “Searching for Sugar Man”? ¿De qué va? Un cantante fracasado de raíces mexicanas que publicó dos discos en el Detroit de los años 70. No acababa ahí. Casi 30 años más tarde, dos sudafricanos tocan a su puerta para decirle que al otro lado del mundo hay gente que le considera su ídolo. ¿Qué? ¿Millones? Tenía que verlo. Ahora soy un admirador derretido. Sencillamente, cautivador. Interesantísimo. ¡Viva, Rodríguez!

Sixto Rodriguez documental

Hoy no voy a desperdiciar palabras, solo voy a hacer una recomendación. No te pierdas Searching for Sugar Man, no cometas ese pecado. Probablemente, una de las mejores películas del año pasado. ¿Probablemente? Es indiscutible. Entre las veinte, seguro. No me pillo los dedos. Venga, admito sin pestañear que está en el Top Ten del 2012. ¡Aún me quedo corto! ¡Cobarde! ¡Soy cobarde! No hubo cinco mejores, créeme. Y sí, sigo siendo un gallina…

Malik Bendjelloul rodó un documental que es una obra de arte. Es sin duda, la mejor historia que se presentó a los Óscars, la más apasionante. Tiene todos los ingredientes que puedas imaginar. Sobre todo, una gran incógnita, es un relato de intriga, original y humano. No hay sensiblería, y sin embargo, hará que una de tus lágrimas imite a Harrison Ford en El fugitivo y se lance al vacío.

¿Quién es Sugar Man? ¿A quién buscamos? Es la historia de un misterioso roquero norteamericano de los setenta “conocido” como Rodríguez, es la investigación de dos sudafricanos que rastrean las huellas de su héroe musical. Sixto Rodríguez. Un nombre ya mítico, una leyenda retroactiva.

Rodríguez cantaba en tugurios de mala muerte en una ciudad obrera y deprimente, en Detroit. A finales de los años sesenta, dos productores musicales lo convencieron para grabar un disco, Cold Fact (1970). No tuvo demasiado éxito comercial, por mucho que sus canciones inmaculadas y puras, golpearan la puerta de los cielos. No había nadie en casa. A pesar de todo, otro productor arriesgó los billetes verdes con la cara de George Washington, y produjo un segundo disco, Coming from Reality (1971), que corrió la misma suerte y se diluyó en la nieve de Michigan. Ahí se pierde la pista de nuestro hombre…

Sixto en las escaleras

A mediados de los años noventa, dos tipos, Stephen Segerman y Craig Strydom, comenzaron a investigar… querían saber más de Rodríguez. Pese a ser un artista a la altura de Elvis y los Rolling en el país de Mandela, no se sabía casi nada de su vida. ¿Por qué? ¿Quién era realmente ese desconocido genial? Su álbum Cold Fact había sido adoptado como símbolo de la lucha contra el apartheid. Varias de sus canciones incluso fueron prohibidas, a causa de unas letras… digamos, poco convenientes. Todo arrancó con una grabación pirata que cruzó el charco, y desaparecía en la niebla, en humo de tabaco, rumores descabellados. Uno de los más enraizados contaba cómo el cantante se había suicidado en medio de un concierto, volándose la tapa de los sesos. Otro, prendiéndose fuego…

Los investigadores contactaron con Mike Theodore, uno de los productores de Cold Fact en Estados Unidos. Al preguntarle cómo se había suicidado el cantante, Theodore les dijo que Rodríguez no estaba muerto. ¿Te imaginas el shock? ¿Cómo crees que reaccionarías si te dijeran que Elvis aún está vivito y coleando? Strydom escribió un artículo sobre su búsqueda y Segerman consiguió más tarde, hablar con Eva, la hija del cantante.

Searching for Sugar Man Óscars 2013

Apagado el misterio, el propio Rodríguez conversa con sus dos seguidores ante la cámara. El cantante confiesa que nunca supo ni sospechó, lo de su éxito en Sudáfrica, que tras el desengaño comercial de sus dos discos, no pudo seguir dedicándose a la música y trabajó en la construcción.

Al final de la narración, disfrutamos, inocentes y emocionados, del viaje a Sudáfrica que se produjo en marzo de 1998. Su vuelta a casa, aunque nunca hubiera pisado suelo sudafricano. Allí dio seis conciertos inolvidables. ¡Qué imágenes! ¡Cómo las gozó el público! Los pelos de punta. Felicidad… y una sonrisa serena y tímida cuando se apagan las luces. Rodríguez guardó la guitarra en la funda, bajó del escenario, y volvió a su modesta rutina en Detroit. Al mismo edificio donde ha vivido las últimas décadas.

Un documental fresco, relajado y profundo, que no se limita a calcar testimonios, que te reconcilia con la vida y el arte. Una segunda oportunidad para un cantante callejero. Un misterio para morderte las uñas. Su realización es excelente: estructura clásica, montaje académico, y una estética muy cuidada, se agradece de veras la elegante fotografía. Arte y mercado no siempre van de la mano, desgraciadamente. Que se lo pregunten a Sixto Rodríguez. Espero que descubras su música, a mí me ha encadenado para siempre. Un autor genuino, íntegro y natural, una voz diferente en tiempos donde aún existían las caras B. Un hombre que nunca se sintió un fracasado, y por eso, no le deslumbró el éxito.

Y yo me pregunto¿por qué no hay colas viendo esta película? ¿Cuántos genios habremos perdido porque no vendieron más que seis discos? ¿Por qué no triunfó en su país? ¿Cómo llegó aquel casete o disco pirata a Sudáfrica? ¿Qué fue del dinero de tantas ventas? ¿Por qué leches no había escuchado nunca antes esta maravilla?

Archivado en Documental, Música, Óscars 2013, Rock, Sudáfrica
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