En el año 91 no mucha gente tenía videoconsola. Algún amigo mío la tenía y yo deseaba una, pero cuando se la pedí a mis padres ni siquiera sabían lo que era. Hay que ver cómo han cambiado los tiempos…
Por sorpresa, en aquellos días, unos amigos de mis padres me regalaron una SEGA Master System y, de inmediato, me convertí en el niño de nueve años más feliz de mi colegio. Al conectarla a la tele y encenderla surgió una música pegadiza (tipo politono midi) que todavía hoy tarareo a menudo y un niño cabezón y de grandes orejas que pegaba unos saltos increíbles y podía romper rocas de un puñetazo. No era la primera vez que veía un videojuego ni era la primera vez que jugaba a uno, pero sí era el primer videojuego que era mío, y eso lo convirtió en algo especial.
La historia es muy sencilla: Alex Kidd es un príncipe que se encuentra estudiando artes marciales en el Monte Eterno. Recibe la noticia de que un malo malísimo llamado Janken el Grande ha tiranizado el reino de Radaxian convirtiendo en roca a todos aquellos que le incomodan, lo cual hace partir a Alex a una aventura para liberar a sus amigos.
…y aquí es donde comienza el juego. Un juego de plataformas clásico en el que vamos matando enemigos, consiguiendo objetos que nos proporcionan determinados poderes temporales (como capacidad de volar, de ser invisibles a nuestros enemigos o de asestar puñetazos de fuego).
El gran acierto de este juego es la inclusión de otros elementos no tan clásicos en el género, como son las pantalla acuáticas (en las que Alex se desplaza nadando) y otras en las que utiliza una lancha o un helicóptero a pedales y que varían en función de si utilizas el medio de transporte o haces el recorrido nadando. Además, contra los grandes jefes has de luchar de un modo novedoso (nada de grandes peleas con saltos increíbles y rayos láser), han de ser vencidos al juego de piedra, papel y tijeras. También existe alguna pantalla secreta (difícil de encontrar las primeras veces que jugamos) e incluso, un acertijo final para poder concluir el juego con éxito.
En mi opinión es un grandísimo juego (aún más grande si se tiene en cuenta que funcionaba sobre un procesador de 3,5 MHz y 8 KB de memoria RAM, todo un ejemplo de programación) y un mito para los nostálgicos del género de plataformas.
Con los años vendrían más episodios de la vida de Alex (incluso una versión para Mega Drive), pero nunca consiguieron alcanzar la frescura, jugabilidad y capacidad de entretener del Alex Kidd original.