¿Una cuestión de inteligencia?

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¿Tenemos la tele que queremos o simplemente la que nos merecemos? ¿Qué o quién pone y quita programas de la parrilla telivisiva?

A menudo enciendo la televisión, cambio de canal una y otra vez hasta que, pasados unos minutos, comprendo que no puede ofrecerme nada y la apago. Es en esos momentos cuando me pregunto “¿tan raro soy yo?”. No puede ser que el resto del mundo esté equivocado, y sin embargo, lo parece.

La cuestión es sencilla: no me interesa lo más mínimo saber con quién se acostó el torero (a no ser que haya sido con el toro) o si la exmujer del concuñado de la duquesa tiene un affair amoroso con la nieta del hermano del general. No me gusta ver a las cacatúas gritando y repitiendo frases sin sentido, inventándose palabras e insultado gratuitamente mi inteligencia y, es más, si quiero ver porno, me lo descargo directamente al ordenador sin necesidad de intuirlo debajo de un edredón en blanco y negro y sin tener que soportar los largos preliminares en forma de publicidad.

Soy como soy y, a juzgar por los índices de audiencia, debo de estar bastante fuera de esta sociedad.

Un juego de inteligencia

Hace unos días pude ver una película que trataba el tema de los índices de audiencia, la telemierda y todo ese mundillo: Un juego de inteligencia.

Esta película alemana cuenta la historia de un productor de televisión al que lo único que le importa es el dinero, mantener su elevado tren de vida y tener la máxima audiencia posible. Creador de los realities más deleznables, sufre un accidente de tráfico y vive una experiencia cercana a la muerte que le hace replantearse sus objetivos vitales. Comienza a realizar productos de calidad y el fracaso es absoluto.

Desanimado por este fracaso decide investigar el porqué, desde la creencia de que los índices están manipulados. Tras piratear el sistema de mediciones e indagar acerca del mismo acaba llegando a la conclusión de que la gente ve aquello a lo que se habitúa, por lo que es culpable en un 50% de la telebasura (el otro 50% de responsabilidad es de las televisiones).

Si os interesa el tema, os recomiendo esta película, que sin ser una gran producción cumple un doble objetivo: entretener y hacernos pensar un poquito.

A lo mejor si la tele intentara cambiar ofreciendo series y películas de calidad el emule dejaba de tener tanta audiencia…

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