Australia tiene un problema histórico con la movilidad. Siendo el sexto país del mundo por extensión (7.686.850 km²) y estando ocupado mayoritariamente por un desierto central, la población australiana se distribuye mayoritariamente a lo largo de la línea de la costa, sumando unos 21 millones de habitantes entre las ciudades más importantes. Esto hace especialmente difícil el conectar todas ellas entre sí, ya que cruzar el país buscando el recorrido más corto entre dos puntos (una recta) resulta en un viaje interminable por carretera que transcurre por medio del despoblado desierto.
El hecho de ser una isla no favorece tampoco especialmente el transporte, ya que éste está pensado únicamente para la movilidad interior del país-continente. Si bien Australia cuenta con una red de ferrocarriles de tamaño razonable, esta se distribuye en torno a las ciudades costeras ya que el cruzar el país por el medio sin el aliciente de toparse con ningún núcleo de población importante que pueda añadir pasajeros al recorrido, lo condena inevitablemente a la falta de rentabilidad. Por ello es el avión (seguido muy de lejos por el coche privado), el medio de transporte predominante a la hora de desplazarse internamente. Para hacernos una idea, ¡sólo entre Melbourne y Sydney hay ya 1000 km por carretera!
De cara a paliar esta carencia surge la idea del estudio de arquitectura y diseño australiano HASSELL, con un concepto de tren de alta velocidad A-HSV para este nuevo tipo de red de transporte que posibilite la creación de dos corredores destacados en la costa Este y en la Oeste, a la vez que las conecte en una sola red. Su concepto de tren de alta velocidad está diseñado especialmente pensando en trayectos largos dada la obligación de realizar los recorridos por la costa, y es por ello que está equipado con todo tipo de innovaciones y comodidades.
Por una parte, el diseño busca la máxima eficiencia energética posible en un tren eléctrico que limita al máximo las emisiones de CO2 por pasajero imprescindibles para general la energía necesaria para su funcionamiento, haciendo especial hincapié en la necesidad de pensar en verde en un país donde la mayoría de desplazamientos de larga distancia internos se realizan en avión (la ruta Melbourne-Sydney es uno de los puentes aéreos más concurridos del mundo), lo que constituye un verdadero atentado ecológico en cuanto a emisiones de CO2 por pasajero. Mientras que la energía eléctrica necesaria para desplazar un tren puede ser generada totalmente con renovables, los motores de un avión únicamente pueden funcionar en base a combustibles fósiles sucios (queroseno).
Por otra parte, el concepto del A-HSV está pensado al máximo para que su diseño interior favorezca la esa eficiencia energética (un menor consumo) en base a una articulación en dos plantas que permite desplazar a muchos más pasajeros por unidad de tren. Además, dado que los viajes pese a ser alta velocidad serían relativamente largos (un Melbourne-Sydney ya serían más de tres horas a 300km/h), se ha equipado el vehículo ferroviario con todo lo necesario para amenizar el trayecto. Destaca, además de un diseño rompedor en cuanto a lo que estamos acostumbrados para las zonas de butacas de un tren, la instalación de tiendas, restaurantes y salas de reuniones.
No cabe duda de que como concepto es algo nunca visto en Europa o Japón, los lugares con mayor desarrollo de líneas de alta velocidad; ya que recuerda más a un trasatlántico que a un tren. Si termina por triunfar en Australia, ¿acabaremos viajando entre Bilbao y Sevilla en un AVE con centro comercial a bordo?