Xombit recomienda | Un dios salvaje

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La sección de cine de Xombit vuelve su mirada hacia el viejo continente, queremos mostrar nuestra cara más civilizada. O la más cruel… Roman Polanski es tan controvertido como genial. Un maestro. Su vida y su obra reciben líneas inquisitivas continuamente, sin embargo, su última película pasó desapercibida para el gran público. Nosotros queremos reivindicarla. Si eres padre de un crío, seguro que te sientes identificado. Si te gusta desenmascarar a los farsantes, y disfrutas como un enano descorchando las miserias de los hipócritas, acompáñanos…

Xombir recomienda Polanski

Un dios salvaje es una carnicería elegante, una adaptación de la obra teatral homónima. La autora es una francesa con muy mala leche: Yasmina Reza. Es curioso, dos de las películas que más me han deslumbrado últimamente arrancaron en las tablas. En la casa de la cultura. La historia que hoy te traigo se rodó en París, aunque se desarrolla en Brooklyn, Nueva York. Supongo que ya sabes por qué no pisaron suelo estadounidense, ¿verdad? Su director es Roman Polanski, el creador de Chinatown y El pianista. No digo más, el morbo se queda en la calle.

Antes que nada, te daré un dato que podría hacerte saltar los ojos de sus órbitas. El 99% de la “acción” estalla en el salón comedor de la familia Longstreet. ¡Bam! Un único escenario, sí. ¿Te da claustrofobia? ¡Es teatro! ¡No corras! Lo sabía, no mido mis palabras, es una información que puede perjudicar gravemente la salud mental de cualquiera, y la he soltado sin anestesia. Te habrá puesto frenético, me lo imagino, estás a punto de salir echando pestes hacia el baño, ¿no?, y tus neuronas ya andan a la caza de otro título más carnoso para esta noche. Craso error. Créeme. Son 79 minutos delirantes, vertiginosos, Un dios salvaje te absorbe por su guion inteligente y por su minuciosa puesta en escena. A mí me hipnotizaron los diálogos. Son ingeniosos, imprevisibles… y un poco cabrones.

Roman Polanski

Si quieres reírte y aprender cómo somos sin la cáscara del plátano, no resbales y te quedes congelado patas arriba. Verás, te cuento. Dos chicos de once años, Ethan y Zachary, se pelean en un parque de Brooklyn. Un palo para Ethan, que pierde dos dientes, los colmillos. Los padres del chico golpeado invitan a su casa a los del otro para resolver la riña de un modo políticamente correcto. Como adultos civilizados. Es una reunión de gente culta, educada y sensata. Son capaces de medir las palabras. Y de pedir perdón. Qué envidia.

La lámpara de la cordialidad alumbra el comienzo de la charla. Falsos. Poco a poco, el aire se espesa, la tensión sube, las personalidades chocan. Ya sabes, la semilla del diablo estrangula la buena educación. La sombra de los conflictos crece y crece en la pared. No son lo que parecían ser, son animales contradictorios que embisten como un toro. Reacciones primarias. Criar a un hijo es un asunto delicado y cada pareja tiene su propio criterio. De todas formas, el mundo gira y el enfrentamiento entre parejas da paso a la solidaridad de sexos. Caen los reproches, las frustraciones, las frágiles alianzas, los sinsabores de la rutina familiar… ¡un circo! ¡La vida!

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Obviamente, para sostener esta brillante composición, necesitamos instrumentos a la altura de un Stradivarius. Un excelente elenco de actores que sepan manejar unos papeles complicados y llenos de matices. El viudo de Sharon Tate les obligó a ensayar el guion completo durante dos semanas intensivas, como si se tratara de una obra de teatro, para que se familiarizaran con la historia y encontraran el tono adecuado. Kate Winslet es una elegante y sonriente corredora de bolsa, muy decente, ejem, Jodie Foster, una refinada escritora, preocupada por los problemas de África y que trabaja en un libro sobre Darfur. Qué maja, ¿no? ¡Já! ¡Pedante! ¡Moralista!

John C. Reilly es el marido conciliador de la escritora, un vendedor de artículos para el hogar. Bueno… y Christoph Waltz, un abogado de éxito, cínico, grosero y adicto a la Blackberry. Aquí quería yo llegar. El éxito levanta ampollas. Y muchos críticos a los que yo pisaría el cuello si los tuviera en esta habitación ahora mismo, han desacreditado el Óscar que el “Dr. King Schultz” ha sujetado en las fotos posteriores a la gala del Dolby Theatre. Deberían ver esta película. ¡Estudiarla! Su actuación no tiene nada que ver con las que le regala a Tarantino, y sin embargo, asombra y ensombrece a sus compañeros. Sus detractores dirán que es porque tiene las mejores frases.

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A los artistas solo los valoro por sus obras. Y luego quizás, no siempre, me intereso por su vida. Pero son dos esferas completamente independientes. Polanski afila los colmillos y muerde la yugular de esa clase media urbana que esconde Un dios salvaje, egoísta, tirano y cruel, detrás de las blancas sonrisas y los sermones biempensantes. ¿Te identificas? ¿Reconoces a algún “amigo”? Una película curiosa y muy interesante, que sí, te hace reír hasta que te duelen los abdominales, es una comedia de situación… pero la cara oculta de la luna es muy sombría, pequeño explorador.

Roman y Reza nos abofetean para que despertemos, reflexionan sobre la incomunicación y la hipocresía, repasan nuestras ruindades, y vomitan las pequeñas mentiras con las que nos autoengañamos cada mañana antes de “lavarnos” la cara.

¿Te parece que su origen teatral lastra la película? ¿Dirías que es artificiosa? ¿Te identificas con alguno de los personajes? ¿Crees que esta historia podría pasar en tu barrio? ¿En tu escalera? ¿En tu casa?

Archivado en Christoph Waltz, Crítica, Jodie Foster, Opinión, Roman Polanski, Teatro, Xombit recomienda
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