Parece que últimamente no corren buenos tiempos para las centrales nucleares. Si el otro día hablábamos de la fusión del núcleo en el reactor 1 de la planta de Fukushima en Japón, hoy las noticias vienen de casa. Esta mañana se ha desatado un incendio en la central nuclear de Vandellós II en Tarragona, que ha tardado más de hora y media en ser sofocado.
En principio, por las parcas explicaciones que han ofrecido los gestores de la planta, Asociación Nuclear Ascó Vandellós participada por Endesa e Iberdrola, se trata de un pequeño incendio que se ha generado fuera del edificio del reactor y que ha sido controlado por el personal propio de la planta en diez minutos. El dato se contradice con la información del Centro de Seguridad Nuclear, que sitúa el inicio del incendio a las 08.49 y su completa extinción a las 10.30, con una hora y cuarenta y un minutos de duración total del mismo.
Si bien a primera vista el incidente no ha puesto en un gran peligro a la población (más allá del que cualquier incendio en una central nuclear supone), se ha activado el Plan de Emergencia Nuclear a propuesta del CSN, según informa RTVE, mientras que la propia planta iniciaba el Plan de Emergencia Interior. Parece que una vez más ha sido un pequeño problema que no ha ido a más y que se ha podido controlar con medios propios de la planta, pero que podría haber sido mucho peor a tenor de los protocolos activados.
Hasta aquí todo queda más o menos dentro de la normalidad que presupone cualquier incidente de este tipo, pero a toro pasado surgen varios pensamientos que hacen reflexionar. ¿Por qué, como informa RTVE, ha sido Greenpeace la primera en avisar a los medios de comunicación del accidente en lugar de hacerlo el CSN (que, recordemos, depende del Ministerio de Industria)? ¿Hasta cuándo vamos a tener que seguir escuchando noticias de ”incidentes” en esta planta?
Sería bueno recordar que la central nuclear de Vandellós II tiene un magnífico expediente lleno de “incidentes” de este tipo. En agosto de 2004 se detectó corrosión en el circuito que refrigera el núcleo del reactor, por lo que el CSN multó a la planta con 1,6 millones de euros. En agosto de 2008 se produjo un incendio de dos horas en el edificio de turbinas y, ahora, en mayo de 2011 se le une otro nuevo incendio. Los gestores de la planta además han sido acusados por organizaciones ecologistas de ocultación sistemática de información relativa a incidentes, como en el caso del accidente de noviembre de 2007 en la central de Ascó que también gestionan en Tarragona. En esta ocasión hubo emisión de partículas radiactivas a la atmósfera y el CSN propuso una multa de 22,5 millones de euros, la mayor interpuesta a una central nuclear en la historia.
España cuenta con un parque de centrales nucleares con reiterados problemas, desde los de edad como el caso de Santa María de Garoña (Burgos) con casi cuarenta años de operación y una historia llena de incidentes que le ha valido el apelativo por parte de Greenpeace de ”la central de las mil grietas”, hasta plantas llenas de ”incidentes” como Vandellós II en Tarragona (recordemos que su gemela Vandellós I fue clausurada por un incendio en la sala de turbinas) o Ascó I y II. A este largo historial accidentado se une la poca transparencia por parte del Gobierno, del CSN y de los gestores de las centrales a la hora de notificar y dar explicaciones sobre los problemas acaecidos en ellas.
Y es que en nuestro país hay una especie de prejuicio extendido entre los principales partidos políticos por el cual no se habla públicamente de nuestras centrales nucleares y sus numerosos ”incidentes”. Todo intento de debate parlamentario es silenciado por los dos grandes partidos, y cualquier información sobre problemas en las plantas españolas se libera con cuentagotas por parte del CSN, generalmente siendo un ”circulen señores, todo está controlado”. Está claro que no todo puede ser un ”circulen” cuando tenemos una planta clausurada por un incendio en la misma sala en la que ocurrió otro en una central operativa a fecha de hoy con la que formaba pareja (Vandellós II, hermana de la clausurada Vandellós I).
España tiene una dependencia energética del extranjero histórica, y precisamente por ello no se puede permitir prescindir de las ocho centrales nucleares actuales de un plumazo. Además, resultaría poco ético desmantelar la producción nuclear propia mientras se adquiere energía eléctrica a Francia, uno de los países más nuclearizados de la Unión Europea. Es por ello que nuestro país debería avanzar hacia soluciones que permitan ir sustituyendo paulatinamente las viejas centrales nucleares por nuevos centros productores de energía, de forma que se pueda minimizar el déficit energético que actualmente nos mantiene dependientes del exterior. Pero esto no significa que los ciudadanos no merezcamos una información de calidad por parte del CSN y las autoridades acerca de los numerosos incidentes y el verdadero estado de nuestras centrales nucleares, sin tener que recurrir a Greenpeace y otras organizaciones ecologistas para saber la verdad.
Según datos de Red Eléctrica Española, el pasado mes de abril de 2011 se alcanzó la cifra récord de producción energética eólica, con un total de un 40% de nuestra energía producida mediante fuentes renovables, frente a un 19,3% de generación nuclear, un 18% por gas natural o un 10,4% por carbón. Estos magníficos datos nos deberían hacer ver que hoy por hoy es posible una alternativa a la peligrosa energía nuclear de las obsoletas y accidentadas centrales españolas.
Por supuesto que es complicado y muy caro, pero se puede hacer y en estos datos está la prueba de ello. Después de todo, la avería de una central fotovoltaica o de un aerogenerador implicarían quedarnos a oscuras, pero un accidente en una central nuclear puede implicar consecuencias horribles tanto para la salud como para el medio ambiente durante décadas. En nuestras manos está elegir y demandar a nuestros partidos políticos qué futuro energético, medioambiental y de salud queremos para nosotros y nuestros hijos.