Diversos estudios científicos habían demostrado que meditar regularmente alivia el dolor. Sin embargo, hasta ahora los mecanismos neurales subyacentes eran todavía una incógnita.
Un equipo de investigadores del MIT y de la Universidad de Harvard han conseguido aportar una explicación a este fenómeno. En un reciente estudio, publicado el pasado mes de abril en la revista Brain Research Bulletin, pudieron verificar que tras haber preparado a un grupo de personas para meditar durante un período de ocho semanas, éstas fueron capaces de controlar un tipo específico de ondas cerebrales llamadas ritmos alfa.
Existen varios tipos diferentes de ondas que ayudan a regular el flujo de información entre las células del cerebro. Las ondas alfa, objetivo de este análisis, fluyen a través de las células de la corteza cerebral, donde se procesa la información sensorial. Estas ondas ayudan a suprimir la información que es irrelevante o favorece la distracción.
El ensayo
El equipo interdisciplinar reunió a doce individuos que nunca habían meditado antes. La mitad de los participantes fueron entrenados en una técnica llamada Mindfulness Based Stress Reduction (MBSR) durante un período de ocho semanas, mientras que a la otra mitad se les mantuvo al margen del adiestramiento.
Durante las dos primeras semanas los seis seleccionados aprendieron a prestar atención a las sensaciones del cuerpo. Por ejemplo, comenzaron a focalizar las sensaciones corporales de una zona específica, como la planta de los pies, para luego pasar a centrarse en otras partes de su fisonomía.
Seguimiento y resultados
Los investigadores realizaron escáneres cerebrales de los sujetos antes de comenzar el estudio, al cabo de tres semanas, y tras concluir el seguimiento. Quienes habían sido entrenados en la meditación reflejaron rápidamente grandes cambios en la amplitud de las ondas alfa cuando se les indicaba que se concentrasen en ciertas partes del cuerpo. Por otro lado, se sentían menos estresados que los no meditadores.
¿Conclusión? La práctica regular favorece la focalización de las sensaciones, consiguiendo influir sobre los ritmos alfa. El resultado: una disminución del dolor. Los responsables de este experimento se han planteado iniciar nuevos estudios de seguimiento en pacientes que sufren dolores crónicos, así como en pacientes con cáncer.
Fuente: MIT News