A pesar de sus sugerente título “Azul casi trasparente” no es un libro poético ni de lectura agradable y transita más cerca del realismo sucio que de cualquier otro movimiento artístico.
Esta novela breve de apenas ciento cincuenta páginas tiene una estructura atípica, pues no narra ninguna historia, no hay un hilo conductor y las escenas se suceden como cuadros en un museo: sin una relación explícita pero con tantos puntos comunes que no se antojan discordantes.
Dentro de esta sucesión de cuadros y de manera tangencial, nos metemos en la vida de una pandilla de jóvenes que pasan sus vidas entre drogas, peleas y orgías, envueltos en un ambiente de desidia que impregna sus existencias a pesar de su pretendida rebeldía. Los personajes son un todo, distintas visiones de una misma realidad y a excepción de Ryu, que hace las veces de narrador, están más caracterizados como conjunto que como individuos.
La técnica narrativa es simple y el libro se lee con facilidad, lo cual no impide que las descripciones sean soberbias y lleguemos a meternos completamente dentro del universo creado por el autor. Algunas situaciones son descritas con tal precisión que pueden llegar a causar cierta aprensión en estómagos sensibles dada la crudeza de las mismas, llevándonos a percibir tan claramente el ambiente que podemos sentirlo, tocarlo y olerlo.
El autor, Ryu Murakami, vivió dieciocho años cerca de la base norteamericana de Sasebo y esa experiencia se vuelca en el libro, situando a los personajes en una ciudad junto a una base militar norteamericana y criticando de manera reiterativa esa situación y lo que conlleva (prostitución, drogas, peleas…).
El libro es toda una revelación: no es agradable de leer por su crudeza (que puede llegar a la náusea) pero tiene un aspecto maravilloso y muy difícil de encontrar en la literatura comercial: abre espacios mentales completamente vacíos que empujan a la reflexión. Además la escritura es tan sencilla que no plantea un ejercicio de diccionario y sintaxis, pudiendo centrase en disfrutar los cuadros y vivirlos, permitiendo una lectura desordenada del mismo o distribuyéndolo en varios días, sin ser necesario una disciplina de lectura continuada para apreciarlo.
Recomendable, duro, diferente y apto sobre todo para lectores maduros con ganas de explorar territorios literarios poco convencionales.