Es complicado defender que en el ajedrez está todo inventado y que el trabajo y el estudio es el único camino hacia del dominio de este juego cuando uno se encuentra con una figura de la talla del cubano José Raúl Capablanca.
Apodado el Mozart del ajedrez por su indudable talento y su precocidad fue el gran dominador de este juego durante la década de 1920 y uno de los grandes maestros de todos los tiempos.
José Capablanca jugando varias partidas simultaneas en 1921, fuente:http://ajedrezvalenciano.blogspot.com
Su gran especialidad eran las partidas rápidas, en las que era prácticamente invencible y su mayor defecto un marcado desinterés por el cálculo y la reflexión, tratando de seguir siempre el camino de menor complejidad de movimientos o más corto hacia la victoria, algo que siempre fue criticado por los grandes maestros y que, en cierto modo, no difiere mucho de la forma de jugar de los ordenadores, en los que se evalúan las distintas ramas posibles y se elige aquella de menor peso.
Siendo campeón mundial se dio cuenta de que las partidas entre jugadores experimentados de similar nivel tenían cada vez más posibilidades de terminar en tablas debido al estudio y preparación de los mismos, por lo que propuso una variación del juego (inalterado desde el siglo XV) con un tablero de 8×10 casillas frente al de 8×8 tradicional en el que se añaden dos nuevos tipos de piezas: el arzobispo (composición de alfil y caballo) y el canciller (composición de torre y caballo), con el fin de que el incremento en los grados de libertad condujese al jugador más efectivo hacia la victoria.
Esta variación que a día de hoy no nos sorprende demasiado tras haber visto tableros para cuatro jugadores simultáneos o tableros tridimensionales como el Spock en Star Trek, supuso una auténtica conmoción en la época y fue considerada una herejía por expertos de todo el mundo.
Spock jugando al ajedrez tridimensional, fuente:http://www.epsilones.com
Capablanca murió con apenas 59 años tras padecer una hemorragia cerebral en el Club de Ajedrez de Manhatan, dejando tras de sí el mito de uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos.
