En un pueblo perdido de la costa española donde vuelan las cervezas acompañadas de aceitunas y patatas fritas y donde desconocen o tienen olvidadas las palabras Wi-Fi o correo electrónico, se puede ver en una esquina a un joven acariciando y observando un cachivache de un tamaño considerable.
Esta escena se repite cada vez más a menudo pudiendo cambiar el escenario anterior por otro cualquiera: la cola del cine, un restaurante elegante o en el supermercado. Pero volviendo al ejemplo inicial, ¿que sentido tiene llevar tu smartphone de última generación a tus vacaciones en un pueblo perdido donde nada más llegar compruebas si tienes cobertura HSDPA?
El poder mantener al día tus redes sociales colgando las fotos donde muestras la marca del bañador, poder seguir intercambiado correos electrónicos con esa joven alemana que conociste el verano pasado y deseas poder reencontrar éste o grabar videos de tus hazañas playeras a bordo del “Banana Boat“. Todo esto se puede realiza desde un único dispositivo que ha sustituido a la cámara de fotos, la cámara de video, el ordenador portátil y la consola de videojuegos.
Pero, ¿en que momento se ha vuelto necesario mantener nuestro perfil online actualizado? actualmente se llegan a dar situaciones tan bizarras como colgar la fotografía de tu bebé recién nacido en Facebook apenas una hora después de haber dado a luz o que si no cuelgas las fotos de tus vacaciones en Canarias es como si nunca hubieses estado allí. La pregunta es, ¿son los smartphones y sus nuevas posibilidades las que han provocado esto o es nuestro propio ego el que lo busca de forma ansiosa?.
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Qué buen post y menuda realidad! :S