¡Qué Dios nos coja confesados! El móvil termina en lo más profundo del inodoro. Ya sea porque estaba en el bolsillo equivocado o porque nos gana el ansia de usarlo hasta en las visitas al baño, el daño ya está hecho y hay que actuar rápido. Lo primero es esperar que se trate del propio inodoro y que el accidente haya ocurrido antes de que cualquier otra cosa se mezclara con el agua cristalina. De lo contrario, medio segundo de meditación para evaluar si vale la pena meter la mano o si es mejor pensar que se trata del pretexto perfecto para cambiar de móvil. Ya que hayamos visto pasar nuestra vida por delante de los ojos en un instante, hay que sacar el dispositivo del agua lo más rápido posible.
Después del acto de valentía hay que secar el móvil lo mejor posible con un poco de papel, aunque eso no será suficiente. Es probable que tengáis la tentación de revisar sus funciones: ¡no lo hagáis! Es muy importante que el dispositivo se seque por completo –o casi por completo– para evitar mayores daños. Si tenéis un iPhone, o cualquier otro que no permita el acceso a la batería, no hagáis el intento de extraerla, pues seguramente perderéis la garantía y no ayudará en mucho la operación. Recordad que hay varios tipos de sellos que no se pueden violar si queréis hacer pasar el fallo por un defecto de fábrica. Ahora que si no tenéis este tipo de dispositivo y podéis extraer la batería, secadla con cuidado, sobre todo los puntos en los que hace contacto con el terminal.
Ahora viene el truco: debéis poner el móvil (la batería y tapas si es posible extraerla) en una bolsa de arroz sin cocer y dejarlo en un lugar cálido. El arroz precocido que podéis encontrar en el supermercado no es una buena opción, la función de absorción de agua la llevará a a cabo esta semilla de mejor manera si se encuentra en su estado natural. Dejadlo así durante 24 horas y entonces podréis hacer la prueba de fuego.
No es posible garantizar que este método funcionará al cien por ciento, pero sí aumenta las posibilidades de que el móvil funcione bien. Si no ha sido el caso, recordad que dentro de los sellos con los que cuentan los dispositivos están los que permiten al fabricante saber si la falla proviene del contacto con agua. Estos se vuelven rojos si han entrado en contacto con el líquido, pero si pegáis un trozo de papel blanco sobre él, quizá nadie se dé cuenta del pequeño percance. Claro, si sois dueños de un iPhone, de nuevo, será un poco más complicado, pues este sello se encuentra cubriendo la entrada de los auriculares. Para el resto, regularmente se encuentra en la zona de la batería.
Así que ya lo sabéis. Comprad desde ahora un poco de arroz puro, nunca se sabe si necesitaréis un poco para salvar vuestra preciada herramienta. ¿Os ha pasado esto alguna vez? No seáis tímidos, contadnos la experiencia. Otros usuarios lo agradecerán.