El terreno volcánico tiene algo mágico, primero porque cuando un volcán entra en erupción parece que un demonio se ha despertado, el mundo se vuelve oscuro y tenebroso. Tras su llegada, el terreno que ha invadido con su lava se nos presenta desolador, triste y sin naturaleza ¿Cómo va a volver haber vida ahí?. Sin embargo, la vida renace y quizás más fértil que antaño. Pues pasado un tiempo este terreno se vuelve muy nutritivo y todo brota con facilidad.
Entre este espacio, en el que primero hubo desolación y ahora la naturaleza surge como si nada hubiera pasado, está la Montaña Samara, en el Parque Nacional del Teide. Es un pequeño montículo comparándolo con su cercano vecino El Teide, pero su redondez y color despertó mi curiosidad fotográfica. Los amantes del senderismo puede que lo conozcan, pues alcanzar su cima no es demasiado difícil. No necesitaréis ningún equipo de escalada, sólo llevar un buen calzado y ánimo para enfrentarse al reto de subir sus 1933 metros de altura. Puede ser un buen entrenamiento para subir hasta el techo de España, ya que ambos picos se encuentran relativamente cerca entre sí.
Pero una expedición no fue mi aventura para encontrarme en este lugar donde el aire parece procedente de un mundo más limpio. Fue un simple paseo en coche, volviendo a disfrutar de un paisaje muy conocido para mí y a la vez nuevo cada vez que lo visito. Desde hace mucho, el Parque Nacional se ha convertido en mi lugar preferido en Tenerife para respirar aire puro y despejar la mente. En esta ocasión me encontraba visitando la isla, volviendo a ver amigos y familiares y disfrutando de lo que ofrece mi isla a los visitantes. Pues a veces nos interesamos de conocer más nuestros destinos de vacaciones que los que tenemos cerca y nos perdemos lugares interesantes.
La carretera nos llevó hasta este lugar, el cielo, el terreno y la llegada a la hora azul me brindó la perfecta oportunidad de sacar la cámara. No sólo el tiempo acompañaba, sino unas ligeras nubes pintaban el cielo dándole, como ya os he comentado otras veces, más interés. Me puse manos a la obra e hice el tipo de fotografías que más me gusta hacer en el género de paisajes, una panorámica.
En este caso la imagen esta formada por ocho disparos, todos ellos a la misma velocidad y tiempo de obturación. Por otro lado, ya me han comentado en una ocasión que se nota una de las uniones y os aseguro que ese fragmento de terreno por el que creéis está unida la imagen no es para nada, el lugar donde se ensamblan las tomas ¿Os atrevéis a adivinar por dónde?. Las diferentes tonalidades del terreno vienen dadas de los distintos senderos, que por el paso de la gente toman distinto color. Por otro lado también me han hablado de la sobreexposición del cielo del lado izquierdo y antes que alguien me lo diga, os diré que es una nube. Pero es cierto que sobreexponer el cielo es de lo más común. Pues nuestras cámara (primero la película y ahora el sensor) son más sensibles a las ondas del azul y por eso, es el primer color en quedarse registrado.
Con todo esto no quería defender mi imagen de críticas técnicas, solo resaltar que a veces, lo que parece un fallo técnico no siempre lo es. No obstante, la fotografía no es perfecta pues en primer lugar no usé trípode (aunque es lo que se debe hacer para realizar una panorámica correctamente) y por otro lado, la perfección es algo que si fuera posible alcanzar con facilidad, no sería tan interesante experimentar. Por eso, os invito a ver vuestras fotos fallidas como una herramienta más de aprendizaje. No las olvidéis, observadlas y sacad algo bueno de ellas, ¿quién sabe? quizás no sean tan malas como creemos.