Entre lo público y lo privado o de la educación urgente en las redes sociales

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Un alma libre de culpa es aquella que vive en un estado de inocencia. La culpa, por su parte, es una mancha de esas que parecen aferrarse más mientras más nos esforzamos en quitarle. Se trata de un potente catalizador de la responsabilidad que nos devuelve de golpe a la más cruda realidad. Nuestro mundo conectado puede generar que un proceso normal adquiera dimensiones abismales, de ahí la urgencia de la educación.

Uso académico de la red social

Voy a contar una historia. Ella se levantó para pasar un día como cualquier otro. La vida ofrece un rostro simple y amable cuando los años no han dado más de 17 pasos. Confiar es cosa normal y las cosas malas suceden siempre en otra parte. Nada como estar en este círculo de familia y amigos donde la seguridad no es una ilusión, sino la cubierta cálida con la que burlamos el frío que nos amenaza. Ella se levantó un día como cualquier otro con la comodidad de la inocencia.

Ellos no son responsables, su edad les hace entrar en un territorio en el que todo es protección. Víctimas de un mundo al que le gusta la arbitrariedad de las fronteras: antes de los 18 no hay morbo o dolo, sino descontrol hormonal que requiere de orientación. Menos todavía si perteneces al género masculino con un cuerpo inmune a los estigmas sociales, siempre y cuando se mantenga en su línea viril. Pocos se percatan de que conservar esa ventana abierta puede traer como consecuencia algo más que un resfriado. Pero no importa, la juventud cambia y no hay que escandalizarse. Ellos no saben que su mundo es más grande que los 140 caracteres de su cuenta de Twitter. Lo instantáneo deslumbra y favorece la ceguera de una juventud que por sí misma tiene a descarrilarse. Es normal, es la edad, es que ellos no son responsables, sólo salieron de paseo con una amiga.

Un tesoro a veces poco valorado

Él se ha tumbado sobre la hierba. Nadie le ha hablado de la importancia de la privacidad. ¿Qué importa tal cosa en un mundo donde las imágenes circulan con tanta libertad? Además está bajo el cobijo de los amigos: esos que nos brindan valor para hacer las cosas de las que después nos vamos a reír a carcajadas. No sabe que hay un ojo indiscreto, que hay algo que no debería estar ahí. En su mente dibuja una situación idílica sin saber que su pincel es el de un nefasto estereotipo. Las imágenes no mienten, no pueden mentir, estar aquí infringiendo el dictado de la conciencia, con amigos y con ella, es lo más parecido a eso que se nos vende como deseo. Él se ha tumbado sobre la hierba víctima del miedo y la excitación.

Ella se da cuenta y duda. Era un día como cualquier otro, quizá una escena que no le resultaba del todo novedosa. La inconsciencia es un estado al que no sólo se accede por las drogas y el alcohol. Pero de pronto ve algo que lo cambia todo. La duda es un poderoso veneno que se expande por el cuerpo con un frío insoportable. ¿No estás grabando verdad? Todavía la sonrisa acompañaba su rostro, pero la incógnita se ha sembrado con todo y el horror que supone su respuesta afirmativa. Ella se da cuenta y duda, la presencia de la cámara es el detonante que devuelve la conciencia al cuerpo. ¿Qué estoy haciendo?

Un ejercicio fotográfico

Nosotros no sabemos qué hacer. De pronto todos somos invitados a una escena destinada a la privacidad. El ojo indiscreto de la cámara hace realidad las pesadillas y deja caer la tinta de la historia sobre el papel. La mancha es indeleble, la sensación de culpa desciende como un balde de agua helada por el cuerpo. El precio de la popularidad comienza a cobrarse y todos los prejuicios sociales salen del armario. Ella llora arrepentida y desesperada, él enfrenta con horror la sonrisa y las felicitaciones del fantasma del sexismo, ellos no atinan a explicar lo que ha sucedido y cómo es que se les ha escapado de las manos. Ella, él y ellos entienden ahora el sentido de la historia de la Caja de Pandora. Lo han aprendido de la peor manera posible: recibiendo en la cara el golpe brutal de la responsabilidad. Perdieron la inocencia y nosotros no sabemos qué hacer.

Cuento una historia que no debería repetirse. No porque escandalice el ejercicio temprano de la sexualidad ni por caer en la trampa de quien fácilmente condena a la herramienta como la culpable. Se trata de una historia que hace evidente la urgencia de un diálogo abierto y formativo en torno a las redes sociales. La distinción entre lo público y lo privado no depende de la existencia de estas plataformas, sino de la manera en que educamos para comprenderles y habitarles. Son, en efecto, espacios en donde nos movemos y donde estas historias corren como la pólvora. Ella no merece que su vida quede marcada por un error adolescente, ellos no pueden dejar de aprender la lección por transgredir una frontera delicada y él no puede reafirmar los valores del fantasma que le felicita.

Libro de RousseauUrge una educación donde Internet y las redes sociales sean una temática discutida no sólo desde el punto de vista técnico sino también ético. El individuo conectado requiere de una formación que le ayude a potenciar sus capacidades a partir de los desarrollos tecnológicos. Está claro que siempre habrá quien salte la línea, pero al menos aumentamos las posibilidades de que haya personas que paren el efecto viral desde el interior mismo de la red. Hoy se trata de un discurso que pulula en la indeterminación del sentido común, por lo que es momento de hacerlo llegar a las aulas, a las casas, a las conversaciones de café. Todos somos responsables, la sociedad no puede dar la espalda a su tarea de orientación de los más jóvenes. Ellos nos necesitan.

Dedico estas líneas a ella que es, sin duda, quien peor lo debe estar pasando. El error debe quedar en el pasado mientras la experiencia abre un camino hacia el futuro. Hemos de aprender todos a tratar de mejor manera estos casos para evitar las marcas y los señalamientos. La búsqueda de culpables nunca ha sido un proceso que traiga muy buenos resultados. Mejor asumir un responsabilidad conjunta y apoyar a quien hoy, víctima de sus errores, pasa por un juicio que puede tener dosis innecesarias de crueldad. Desde aquí seguiremos pugnando por integrar a las redes sociales en la enseñanza básica para no tener que contar de nuevo la historia.

Archivado en Educación, Internet y redes sociales, Twitter
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