Cuando hablé de Manhattan, dejé bastante claro que ofrecer televisión de calidad está al alcance de prácticamente todo el mundo, mientras se respeten las dos reglas clásicas: calidad y pasión. Si WGA America había ofrecido un producto cuyo acabado rozaba el sobresaliente, siendo su primera ficción, todo el mundo puede dar lo mejor de si y contribuir a que esta Edad de Oro de la televisión de ficción dure lo máximo posible.
Pero no solo de canales de cable, nuevos o expertos vive este momento televisivo; USA Network, es lo que vendríamos a llamar un “cable menor”, un canal poco exitoso, más dado a los reality show o los programas de telerrealidad que a la ficción. Y este verano ha sorprendido a propios y extraños con lo que, desde ya, califico como la mejor serie de 2015: Mr. Robot.
Mr. Robot nos cuenta la historia de Elliot Anderson, trabajador en una empresa de seguridad informática de día, y hacker al más puro estilo superheroico de noche. Elliot tiene serios problemas para las relaciones sociales, y “hackea” a toda persona que está en su vida, porque para él es la única forma de conocerla de verdad.
Para decirlo claramente: la serie es un disfrute de principio a fin. Empezando por su protagonista, un Elliot Anderson, al que clava Rami Malek, que es la personificación de todos los males de nuestro tiempo derivados de la conectividad social. Es stalkear elevado a la millonésima potencia. Un reflejo cruel y retorcido de nuestra ansia de conocer a los demás sin darnos a conocer nosotros. Pero Elliot también representa a lo más delicado de nuestra sociedad primermundista: el aislamiento social, la timidez innata del que no ha sido popular, el subidón de endorfinas que produce el contacto humano al que está acostumbrado a la soledad; el arco amoroso de Elliot es genial, sinceramente triste; si una lágrima se os escapa, no digáis que no ibais avisados.
Los monólogos de Elliot son deliciosos, profundos, emotivos, una auténtica catarata emocional que te golpea una y otra vez. Sin embargo, lo más perfecto de Mr. Robot es que esos monólogos van dirigidos a ti, como espectador. Toda la serie, vista desde la perspectiva de Elliot, es una continua brecha de la cuarta pared; tú como espectador eres testigo directo de todo lo que le pasa, y el personaje te busca, te pide ayuda, te pregunta, y te justifica las cosas, aunque nunca vayáis a tener contacto.
La subversión en Mr. Robot es total; es un retrato vivo de nuestra sociedad, esa donde las grandes corporaciones rigen las decisiones de gobierno aunque lo maquillen; donde los bancos cortan los hilos de la vida de la gente como si fuesen Moiras modernas; donde la mitad del planeta se muere de hambre, la otra mitad se muere de obesidad, y un ático en un edificio de lujo se inunda del pestilente aroma que la podredumbre financiera deja tras de si.
Sam Esmail, relativamente amateur, o directamente poco conocido, que ha trabajado poco y menos para HBO antes de lanzarse al vacío con Mr. Robot, tiene influencias de los grandes títulos del cine que llaman a la rebelión, pero hay uno que predomina sin cuestionarse: El club de la lucha (con versión de Where is my Mind incluida). Para todos aquellos que se hayan dejado atrapar por las páginas de esa preciosidad que parió Chuck Palahniuk, habrá más de un guiño oculto; para los que solo conocen la magistral película de David Fincher, también.
Mr. Robot es El club de la lucha de nuestra generación. La Generación X, cuya madurez dio como fruto una década de los 90 bestial, dejó paso a la Generación Y, mi generación, cuyo futuro, o futuro próximo, está influido por la debacle económica que ha supuesto esta crisis inventada, que somos lanzados a un mundo hiperconectado, donde la globalización parece la Prehistoria, donde las relaciones sociales se impulsan al futuro, mientras desde el pasado las agarran, y donde uno simplemente captura la imagen y espera los “likes”.
Mr. Robot nos habla desde el interior de esta sociedad, de esta generación, nos expone lo podrido del sistema, el aislamiento que la informática de consumo está generando entre los remanentes de la Generación Y y los albores de la Generación Z. De un mundo cada vez más solitario, cada vez más injusto, y, sin embargo, cada vez más cercano para todos. Mr. Robot te lo dice todo a la cara, y te llama a las armas para contrarrestar esto; te insta a que te unas a la revolución, y que luches por tu vida.