Quizá el nombre de Charles Spence no te suene de nada, pero en el mundo del packaging de alimentos es una persona muy conocida, especialmente gracias a sus experimentos con la comida. Gracias a sus descubrimientos, ha conseguido revolucionar la manera en como vemos hoy en día los productos que compramos día a día en el supermercado. Las ideas y las hipótesis que tiene parecen descabelladas, pero la verdad es que no están tan lejos de la realidad que nos envuelve.
Uno de sus experimentos más famosos es el de Pringles, en el que Spence pensaba que el sabor de las patatas podría estar alterado por el sonido que hacen cuando las mordemos. Este experimento grabó el sonido de las patatas y lo reprodujo a una serie de individuos. Lo que pasó es que Spence manipulaba el sonido con un ecualizador y descubrió que, efectivamente, el sabor de las patatas estaba determinado por el sonido, dependiendo de si sonaban frescas y crujientes o pasadas y blandas.
Muchos más experimentos han explorado hasta qué punto nuestro gusto está afectado no solo por el olor, sino por nuestros otros sentidos, y las marcas distribuidoras están al corriente de ello. Los descubrimientos como el anterior no cambian la publicidad, pero la definen de otra manera distinta y hace que las compañías se piensen mejor sus decisiones a la hora de escoger el color y la forma del producto que quieren vender.
Crear un buen packaging
Todas las empresas que hay en la actualidad quieren aspirar a tener una reputación como la de Apple o Tiffany & Co., y este tipo de poder de marca empieza por el packaging. Se trata de lo primero que vemos en un producto, por lo que es por donde sacamos nuestra primera impresión. Si no nos gusta la manera en la que el producto está presentado, seguramente iremos a escoger un producto de la competencia.
En primer lugar, debemos saber bien quién es nuestro público objetivo. No podemos presentar un producto de la misma manera para hombres o mujeres que para niños o adultos. Además, también debemos tener en cuenta que el embalaje es parte de la experiencia de consumo. Apple hace un embalaje minimalista y fácil de utilizar, tal y como quiere que sean sus productos. Otra opción es crear embalajes que no perjudiquen al medio ambiente, ya que una gran cantidad de la población decidirá escoger nuestro producto frente al de la competencia por este simple motivo.
En realidad, tenemos que intentar que el embalaje comunique los valores de nuestra empresa. Los consumidores deben saber cuáles son nuestros ideales y lo que queremos ofrecer al consumidor con solo echar un vistazo a la parte externa del producto. Crear un packaging original nos ayudará mucho a la hora de ser diferentes a la competencia, ya que la primera impresión es la que quedará en la mente de los consumidores.
Ejemplo real: el embalaje del tabaco en Australia
Aunque un buen packaging puede ayudar a una empresa a aumentar sus ventas, el caso de un mal packaging es aún más exagerado y puede tener un efecto más radical. En Australia, desde el 1 de diciembre de 2012, se llevó a cabo una nueva ley para el embalaje de los cigarrillos. El gobierno decidió eliminar todas las marcas de los paquetes para así hacer que las personas jóvenes no empezaran a fumar. Los paquetes, que estaban cubiertos de alertas de salud e imágenes de las consecuencias de fumar, resultaron en la mayor reducción de consumo de tabaco en 20 años.
Gracias a este ejemplo, se puede ver muy clara la manera en la que el aspecto exterior del producto influye mucho. Si los usuarios no se sienten atraídos por como se ve el embalaje, lo más probable es que acaben por no comprar ese producto. A veces este es un tema que se descuida mucho, especialmente en las compras por Internet en las que siempre nos llega la típica caja marrón sin decoración. En estos casos no se trata de llamar la atención, sino de diferenciarte y de crear una experiencia única para el consumidor.
¿Qué piensas sobre los embalajes de los productos? ¿Eres de los que se fija en el packaging de lo que compra o de los que le da igual?