Cuando Apple creó su App Store cambió completamente la forma de distribuir programas. Supongo que era un paso que tarde o temprano iba a dar alguien, y que el iPhone era un dispositivo que necesitaba más que ningún otro anterior a él un servicio de este tipo, pero en cualquier caso el mérito es de la compañía de Steve Jobs por adelantarse. Y su idea muy pronto fue imitada por todos sus competidores.
Los motivos del éxito
Gracias a la creación de la marca de la manzana se volvió innecesario perder tiempo en las páginas de los desarrolladores intentando localizar software de nuestro interés: todo estaba a un par de clicks de distancia en nuestro propio dispositivo, perfectamente categorizado, puntuado e indexado para una búsqueda eficaz. El hecho de realizar un pago dejó de ser un acto de valentía, ya que sólo el dueño de la tienda conocía nuestro número de tarjeta, así que no había riesgos asociados a la transacción. Por otro lado, en muchos casos el proceso de admisión de programas es bastante duro, lo cual ayuda al aumento de la calidad general del catálogo. Incluso se llegan a borrar de forma remota aplicaciones ya descargadas en caso de que tengan una finalidad maliciosa, así que el usuario gana en tranquilidad. Además, la instalación y actualización resultan mucho más sencillas de lo habitual. En otro orden de cosas, desde el nacimiento de la App Store los precios bajos han sido su seña de identidad, y todos los competidores que han surgido después han seguido esta tendencia.
Las ventajas para los propietarios
Aventurarse en este nuevo mercado aporta muchas más ventajas a las compañías que el hecho de ofrecer a sus clientes un servicio útil. El primer beneficio es un porcentaje en cada venta que, aunque no sea muy elevado, es mejor que la situación anterior, en la que no obtenían nada. Estoy seguro que muchas empresas preferirían no reconocer otro de los atractivos de esta forma de vender software: la posibilidad de decidir lo que pueden hacer los usuarios en su plataforma. En una tienda de aplicaciones su dueño puede rechazar todo aquello que, por cualquier motivo, no considere de su interés. Si es posible usar instalar programas de fuentes alternativas, es muy fácil saltarse esa restricción, pero apuesto en que en unos años para el gran público lo que no se pueda localizar por este método dejará de existir. Por lo tanto, este tipo de distribución digital permite al creador del sistema operativo que casi nada escape de su control.
¿Por qué Windows no?
A la vista de lo anterior, parece que tener una tienda de aplicaciones es una opción muy interesante. Todos los sistemas operativos móviles importantes tienen una. Y, poco a poco, están saltando al mundo de los ordenadores, donde también tienen mucho que ofrecer. Apple ha dado el paso con su Mac App Store hace poco. Linux es un mundo aparte, pero a su manera se puede decir que tuvo antes que nadie un servicio similar, accesible incluso desde la consola de comandos. Si todo el mundo tiene una y hay tantas ventajas: ¿por qué no existe en Windows?
Es difícil saber lo que piensan en Microsoft, pero no cabe duda de que se lo deben estar planteando, aunque sea un tema complicado. Y es que estamos ante una empresa enorme, con infinidad de de alianzas y socios, y pienso que muchos de ellos no verían con buenos ojos una incursión en este campo. Por otro lado, hay que considerar que los chicos de Ballmer se dedican principalmente a la venta de software. Lanzar una tienda de este tipo seguramente implicaría reducir sus precios, lo que podría llevarles a perder márgenes en su mayor fuente de ingresos.
Microsoft ha llegado muy tarde al mercado de los smartphones modernos, y no está claro cuando va a volver con fuerza al de los tablets. No se encuentran en una posición en la que se puedan permitir quedarse atrás en más campos. Abrir una tienda de aplicaciones para Windows es una prioridad. Estoy seguro de que en Redmond lo saben, y que muy pronto nos darán una agradable sorpresa. No les conviene descuidar el producto que les ha dado fama y les ha hecho grandes.
