Tintín se enfrenta a la justicia… 28 años después de la muerte de su autor

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Veintiocho años después de la muerte del escritor y dibujante Hergé, un congoleño lleva su cómic “Tintín en el Congo” ante los tribunales belgas alegando prejuicios raciales y solicitando la prohibición de su venta.

En la mayoría de sistemas judiciales de Occidente cada delito tiene un tiempo concreto de prescripción, una cierta cantidad de meses o años que una vez que han transcurrido hacen que el crímen ya no pueda ser juzgado. Al parecer, en Bélgica, un país que supone la vanguardia europea para muchas cosas, también su sistema judicial muestra al resto de la humanidad lo avanzado del mismo al pretender juzgar a Hergé cuando han pasado ya la friolera de veintiocho años de su fallecimiento, siendo la muerte del presunto comitente del delito motivo de prescripción del mismo.

Georges Remi, bajo seudónimo de Hergé, es el escritor y dibujante belga que dio vida a Las aventuras de Tintín en 1930, las archiconocidas historietas gráficas del joven reportero, su inseparable perrito Milú, el cascarrabias Capitán Haddock, el loco Profesor Tornasol, los despistados inspectores Hernández y Fernández o la estrambótica cantante de ópera Bianca Castafiore, entre muchos otros. Llegó a publicar en vida veintitrés álbumes, desde Tintín en el país de los Soviets (1930) hasta Tintín y los ‘Pícaros’ (1976), a los que se suma un vigésimocuarto Tintín y el Arte Alfa que quedó inconcluso y salió a la luz de manera póstuma.

Durante generaciones hemos crecido leyendo a Tintín, quien junto con los libros de Los Cinco de Enid Blyton o Las aventuras de Guillermo Brown de Richmal Crompton, ha sido el mejor profesor a la hora de enseñarnos la importancia del valor de la amistad, el compañerismo, la honradez y la integridad humana. Tiempo después vinieron sus homólogos televisivos Heidi o Marco con un mensaje similar pero adaptado a los nuevos tiempos en forma de coloridas series de anime made in Japan que hicieron las delicias de niños y mayores de todo el mundo.

Si en algo podemos estar de acuerdo sobre Tintín, es que a lo largo de sus aventuras siempre se desvive por intentar ayudar a los demás de forma desinteresada, transmitiendo un mensaje moral a la vez que proporciona ratos inolvidables de entretenimiento. Joven e inocente periodista, sin novia ni escarceos amorosos conocidos, siempre buscando la verdad y haciendo amigos por los cinco continentes, es el perfecto ejemplo a seguir. ¿Quién no le recuerda destapando una trama de falsificadores de dinero en Inglaterra en La isla negra, salvando a su amigo Chang de las garras del Yeti tras un accidente aéreo en el Himalaya en Tintín en el Tíbet o llevando al éxito el aterrizaje del primer cohete espacial tripulado a nuestro satélite en Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna?

Tintín en el Congo

Por ello se torna un tanto extraño que un tribunal belga haya admitido a trámite la denuncia del congoleño Bienvenu Mbutu Mondondo relativa al álbum Tintín en el Congo (1931) y que haya citado para juicio en el próximo 30 de septiembre a la empresa Moulinsart (que toma su nombre del castillo que habita el Capitán Haddock), gestora de los derechos de autor de Las Aventuras de Tintín desde el fallecimiento de Hergé. El denunciante reclama la prohibición del ejemplar y argumenta que el cómic es ofensivo hacia los congoleños (antigua colonia belga), que propaga estereotipos sobre su país y que constituye una herramienta para la colonización, a lo que los herederos del autor replican que es un tebeo publicado hace ochenta años y que no se debe de ver como otra cosa que un documento de su tiempo.

Ya en en 2007 la Comisión por la Igualdad Racial del Reino Unido atendió una reclamación por motivos similares, que acabó desestimando después de la gran polémica surgida, coincidiendo en sus argumentos con Moulinsart y con los del propio Hergé, del que se dice que llegó a lamentar los prejuicios raciales surgidos en su época a raíz de la publicación del ejemplar, aduciéndolos a ”un pecado de su juventud”.

Si bien hay ciertas actitudes en Tintín que son ciertamente paternalistas hacia los congoleños, a los que deja sorprendidos con la proyección de una película con un cinematógrafo o curando a un hombre “poseído por los demonios” con una simple aspirina, actos que le valen ser elegido hechicero de la tribu. Los críticos aducen que los elefantes y demás animales africanos presentes en el cómic hablan perfectamente en francés (en la versión original) mientras que los nativos africanos tienen un pobre uso de la lengua con oraciones tremendamente simples y sin verbos conjugados, al más puro estilo de (y que nadie se ofenda) “hablar como los indios”. Por contra, muchos defensores opinan que pese a ese paternalismo presente, Tintín intenta dar un buen ejemplo al intentar ayudar a los congoleños a desarrollarse como sociedad, librándoles de la red de tráfico de diamantes que encabezan los secuaces de Al Capone y que tenía esclavizados en las minas a la mitad de los jóvenes de la tribu.

Tintín en el Congo

"Mis queridos amigos, hoy os voy a hablar de vuestra patria: Bélgica"

¿Obra literaria ligeramente desafortunada en algunas escenas pero con un buen fondo como el resto de historietas de Tintín o cúmulo de prejuicios raciales que merece su prohibición? Hasta el 30 de septiembre, el debate está abierto.

Archivado en Cómic, Denuncia, Racismo
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