Si hay algo que cuidamos con especial mimo en una cámara réflex es su objetivo. Es la parte más débil y a su vez más cara. Un buen objetivo puede llegar a costar más que el propio cuerpo de la cámara. Por eso tendemos a montarle un filtro UV para protegerlo.
Este filtro UV en principio no ofrece ninguna transformación en la imagen final porque se trata de un simple cristal que protegerá al cristal principal de posibles caídas. Si montamos un filtro muy económico, puede echar a perder a cualquier objetivo de calidad.
Una muestra de ello es el resultado que obtenemos al superponer 50 filtros en un objetivo. La pérdida de calidad es más que aparente, pero aún así con uno seguiremos perdiendo calidad y sobre todo, nitidez. Poner un trozo de plástico delante de nanocristales de alta calidad no puede ser bueno.
Esto no significa que no pongamos ningún filtro delante del objetivo. Lo que debemos hacer es poner buenos filtros (como los de B+W u Hoya) que pueden costarnos más de 60€, y no un Hama de 10€.
Otro de los miedos que tenemos es el polvo sobre el objetivo. Creemos que éste puede salir en las fotos y darnos una pérdida de calidad elevada; pero realmente no es para tanto. La foto que vemos a continuación está tomada con el objetivo de la primera foto del post. ¿Impresionante verdad?
Lo que ocurre en realidad es que la distancia entre los objetos y el cristal es tan grande que es prácticamente imposible que aparezca en la fotografía que tomemos. Pasan completamente desapercibidos.
Con esto vengo a decir que es preferible dejar el objetivo con motas de polvo que limpiarlo de mala manera con la camiseta o de manera no adecuada. Ya tendremos tiempo de llegar a casa y limpiarlo con un líquido y paño especial.
El cristal frontal está recubierto con una capa antireflectante que evita en gran medida los flares de las fotos, que si frotamos contínuamente, desaparecerá con el paso del tiempo.