El otro día nuestro compañero Pablo Martín hablaba sobre el Minimal en la arquitectura y el diseño en su artículo “Del ‘less is more’ al Minimalismo”. Estuvimos hablando un rato y a los dos nos pareció interesante ahondar un poco en este estilo en su variante artística, en tanto que es un receptor de innumerables influencias y a su vez se proyecta en movimientos posteriores diversos.
Como nos contaba Pablo, el Minimal o Minimalismo es algo complejo y variado, con tentáculos que abarcan aspectos tan diversos como la arquitectura, la pintura y la escultura, la fotografía, el diseño, la música e, incluso, el “estilo de vida”. Todas estas experiencias artísticas tan variadas se reconocen originalmente como parte de un todo común a raíz de las teorías del filósofo británico Richard Wollheim, quien en 1965 empleó por primera vez el adjetivo “Minimal” en referencia a las obras pictóricas del artista plástico Ad Reindhart, en tanto que seguían el postulado “lo máximo en lo mínimo”, relacionado con el famoso “less is more” de Mies van der Rohe.
En el campo de la pintura y la escultura, los minimalistas intentan llevar a la práctica la ecuación “menos es más”, que viene a indicar que a un máximo de órden le corresponde un mínimo de elementos significativos; para muchos minimalistas lo importante no es lo que se incluye en la obra sino lo que se omite en ella, concibiendo sus obras o instalaciones como un espacio de ausencias. Sus referentes serán todas las tendencias que se han basado en el reduccionismo formal: el Suprematismo de Malevich, el Constructivismo, el Neoplasticismo holandés de Mondrian, la Bauhaus, Barnett Newman y Ad Reindhart dentro del Color Field Painting, la Abstracción Postpictórica, y objetos variados en su concepción, desde los ready-made de Marcel Duchamp, hasta las “Bases mágicas” de Piero Manzoni, pasando por las “Cajas metafísicas” de Jorge Oteiza.
El pintor Ad Reindhart publica en 1957 un importante artículo donde retoma el lema “less is more” del arquitecto Mies van der Rohe para concluir que la buena pintura es aquella elaborada con el menor número de elementos. Quiere conseguir un máximo de legibilidad y un mínimo de retórica, que los escasos elementos presentes en la obra adquieran un alto grado de significado por sí mismos, sin nada superfluo añadido. Este planteamiento es algo que también preconizaba Frank Stella en su propia obra, constituida por pura forma geométrica y color, a la que no creía que hubiese que buscarle otro significado más allá de estos dos componentes.
El Minimal es un formalismo donde prima la simplicidad y el orden, quedando fuera el subjetivismo y la expresividad. Prima la claridad y la literalidad de las formas, sujetas a una geometría estricta; toda huella de manualidad del artista es erradicada deliberadamente para que todas las piezas posean acabados pulidos e industriales. En su aspecto son manufacturas recién salidas de fábrica, pero esto no quita para que los minimalistas se preocupen enormemente por la fase de constitución de la obra; conciben, proyectan y planifican metódicamente el objeto específico o instalación, aunque no realicen esos objetos con las manos sino en una industria. Con ello están proponiendo un distanciamiento importante entre los artistas y la obra, quieren que no haya huellas de subjetividad o de personalidad individual en estas.
Por supuesto, el Minimalismo no es uniforme ni hay un mismo ideario para todos los artistas del movimiento. Dentro de los principios comunes compartidos por todos destaca el de la inmediatez perceptiva como interés, para la que resulta prioritario el orden y la claridad estructural. Para ellos esto es sinónimo de pureza plástica. Además, en muchas ocasiones trabajan con estructuras en serie; valoran mucho más la relación de conjunto que la singularidad de una unidad, y les encanta que el espectador sea el encargado de continuar una serie incompleta dentro de su imaginación: las obras se entienden como algo abierto y extensible, con una posibilidad de continuación y de expansión
Aunque el Pop Art y el Minimal no tienen nada que ver, sí que hay ciertos puntos de contacto entre ellos. Todos los acabados son industriales, algo que ocurre también con las superficies de la pintura del Pop, completamente pulidas y sin gesto del pincel. Ambos utilizan recursos de la sociedad de finales de los años 60, aunque el Pop se asimila muy bien por el público mientras que el Minimal se entendió sólo en círculos muy reducidos en un principio, ya que aunque entre 1966 y 1971 se da el apogeo creativo del Minimalismo en las artes plásticas, la crítica lo machacará continuamente alegando que es un estilo frío y aburrido.
Sol LeWitt, Donald Judd, Carl Andre y Dan Flavin son los máximos exponentes del Minimal. Para crear sus esculturas e instalaciones todos ellos utilizan objetos tridimensionales: formas geométricas elementales que se colocan sobre el suelo, en el techo o en la pared.
Sol LeWitt
Para gran parte de la crítica es Sol LeWitt es el paradigma del Minimalismo, empezando su carrera en la pintura y terminándola también en la pintura, y siendo conocido por sus enormes murales de manchas de color plano. Cuando da el salto de lo pictórico a lo tridimensional utiliza siempre formas geométricas básicas con las que establece combinaciones basadas en operaciones matemáticas o que se derivan de relaciones numéricas, siendo generalmente su elemento fundamental el cubo.
Tomando éste como elemento modular planteará toda una serie de variaciones matemáticas para crear espacios geométricos de un rigor absoluto a través de ellos, sin dejar nada a la improvisación ni al azar: son siempre variaciones sobre distintos tipos de cubos.
En su obra “Variaciones sobre cubos abiertos incompletos” (1974) crea una instalación compuesta por una estructura de madera sobre la que dispone los cubos modulares abiertos, complementándola con dibujos sobre las paredes en los que refleja los cálculos matemáticos que ha realizado para crear tanto los elementos cúbicos como sus múltiples variaciones.
Donald Judd
Plantea objetos específicos que son formas primarias (muchas en forma de cubo o de caja) realizadas con materiales industriales (formica, acero inoxidable, hierro galvanizado); bien sean pintadas o sin pintar muestran generalmente colores neutros con preferencia por el gris. Usa estas estructuras primarias como módulo y plantea seriaciones abiertas de ellos. Le interesan las progresiones matemáticas que ordenan el espacio, creando con ellas series que pueden ser horizontales o verticales y se repiten a intervalos idénticos.
Cuando pinta las piezas utiliza el color como valor relacional para que sirva de enlace entre las distintas unidades, ya que le interesa una percepción unitaria de conjunto y no de objeto aislado. Es por ello que realiza una seriación de unidades idénticas en una simetría absoluta, como en sus obras “Sin título” (1968).
Carl Andre
Es el escultor minimalista que tuvo una relación más estrecha con Frank Stella, llegando a estar instalado en su estudio para aprender de él. Gran parte de sus “Pirámides” o “Series elementales”, realizadas en madera, se quemaron en un incendio en su estudio a finales de los años 60. A partir del año 2000, en base a los diseños originales de las piezas, un museo alemán las ha reconstruido. Las pirámides son apilamientos verticales de módulos de madera idénticos, inspiradas por la “Columna sin fin” de Constantin Brancusi (simplificando y abstrayendo sus formas), como es el caso de la obra “Pirámide convexa” (1959 / 2000).
Tras estas construcciones, decide que va a continuar con la línea abierta por la columna de Brancusi pero colocada en el suelo, por eso las piezas más conocidas de Andre son sus “Floor sculptures”. Si en las pirámides o series elementales hay un eje central para ordenar los módulos, en las floor sculptures dispone los módulos de forma expansiva, de ahí que puedan aparecer dispuestas como caminos (linealmente) o como alfombras (extensivamente). Para ellas utiliza placas de metal o planchas de materiales industriales como el poliestireno, con las que realiza recorridos visuales que sirven para redefinir el espacio en el que se ubican como en “Plano de cobre-magnesio” (1969). En ocasiones estas piezas marcan el recorrido que tiene que hacer el espectador.
Dan Flavin
Trabaja esencialmente con la luz, y se decantará por utilizar como material escultórico los tubos fluorescentes, bien sean blancos o de colores, donde confronta la materialidad del objeto (del tubo producido en serie para su venta a empresas y hogares) con la inmaterialidad del elemento luz. Suelen ser tubos muy largos, de unos dos metros y medio, que dispone vertical, diagonal u horizontalmente.
De todas las obras que realiza utilizando este material, destaca una serie conocida como “Monumentos a Vladimir Tatlin” que desarrolla entre 1964 y 1969. En esa época los tubos de neón se convierten para él en elementos modulares en los que comienza a plantear piezas que tienen como objetivo la recreación del espacio. Pueden ser tubos dispuestos a lo largo de los muros o en los espacios de las esquinas, con los que quiere disolver y remodelar el espacio, así como alterar la percepción que el espectador tiene de esa arquitectura a través de los módulos luminosos que construye. La luz que utiliza modifica la percepción física y psicológica que el espectador tiene del espacio, consiguiendo transformarlo, y desintegrando el espacio original a través de la luz para volver a reconstruirlo con un planteamiento radicalmente distinto.
Aunque las instalaciones luminosas de Dan Flavin tienen una apariencia muy tecnológica, el trabajar con un elemento como es la luz remite a la inmaterialidad típica del Minimalismo. Este es el caso de “Monumento a Vladimir Tatlin” u “Homenaje a Barnett Newman” (1970, en relación a la obra de este artista “¿Quién teme al rojo, al amarillo y al azul?” de 1966).