La última propuesta de Nintendo en el sector del entretenimiento digital no está teniendo el éxito que sus creadores le pronosticaban. Las ventas por debajo de las expectativas siempre repercuten en los resultados financieros de una empresa, y esto implica medidas de ajuste. En el contexto económico actual, muchas compañías optan por despedir a todo trabajador prescindible, subcontratar los procesos que no sean clave y congelar los sueldos de los empleados. Sin embargo, los altos directivos (que son los que mayor responsabilidad tienen en la situación) usan un doble rasero con ellos mismos: cuando no aumentan sus retribuciones sin el mínimo atisbo de vergüenza, emplean otras tácticas como firmar indemnizaciones astronómicas para cuando haya que relevarlos o contratan planes de jubilación por cantidades desmesuradas.
Esta es la razón por la que resulta verdaderamente loable que Satoru Iwata, presidente de la compañía de Kyoto, haya decidido rebajar su sueldo un considerable 50% ante el fracaso de la Nintendo 3DS. No sólo él, sino que el resto de la cúpula de la multinacional también verá reducidos sus emolumentos entre un 30% y un 20%. Estamos ante un importante ejercicio de honestidad, puesto que estas personas fueron las que aprobaron el diseño de la consola y toda la estrategia asociada. Resulta bastante lógico que, dado que han hecho mal su trabajo y además disfrutan de unos ingresos muy altos, deban sufrir las consecuencias de sus errores. Pero lo que parece normal rara vez se cumple, y lo habitual en estos casos es que los directivos hagan todo lo posible por blindar sus posiciones y conservar sus prebendas.
Sin lugar a dudas, este tipo de actitudes son muy necesarias hoy en día. Si aquellos que jugaron en su momento en el mercado financiero con nuestro dinero hubieran sentido lo grande que era la responsabilidad que tenían sobre sus hombros, es probable que nunca hubiéramos llegado a la situación que vivimos en este momento. Y si quienes toman a la ligera decisiones que pueden comprometer la economía mundial vieran como sus imprudencias provocan consecuencias graves para su vida personal, las empresas no quebrarían con tanta frecuencia.
En definitiva, el señor Iwata nos ha demostrado cómo se deben hacer las cosas. Aunque esa rebaja de salario en modo alguno le va a privar de su status de privilegiado, es un gesto que muy pocos estarían dispuestos a realizar en esta sociedad obsesionada con el dinero. Hemos de aplaudir aquello que es correcto, y esperar que el ejemplo sea tenido en cuenta, por el bien de todos.
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