Hay hombres excepcionales, visionarios en un mundo que acaban por cambiar, que escriben la historia con tinta indeleble y, sin duda, Steve Paul Jobs tiene reservado un lugar preferente dentro de este selecto grupo. Su muerte deja un vacío irreparable en la memoria colectiva contemporánea. Se nos ha ido uno de las personas más entrañables de la industria del entretenimiento, alguien que ha enseñado a toda una generación que la creatividad era su mayor activo, que la intuición es algo a tener en cuenta y, sobre todo, se nos ha ido un ser humano excepcional que fue fiel a sus principios hasta el final.
Steve Jobs es el perfecto ejemplo de un luchador nato, alguien que se sobrepone a los contratiempos con la cabeza alta y sale airoso sin traicionarse a sí mismo. Hoy muchos lloramos su muerte, por injusta y prematura, pero os aseguro que una vez que el dolor cese pasaremos a celebrar su vida y recordarlo, tal y cómo se merece, como lo que fue, un hombre que cambio el devenir de la informática y del mundo.
Sin él la tecnología y la electrónica y, por ende, los cimientos de nuestra sociedad no serían como hoy lo conocemos, así de simple. Las pantallas táctiles, la conexión total, los smartphones o incuso, los ordenadores personales no serían lo mismo sin su aportación. Steve fue un hombre que creó y fue más allá de los límites establecidos, que creyó que había formas de hacer las cosas y no sólo las establecidas, alguien que convirtió la innovación en su bandera y que se impuso un sentimiento de constante inconformismo en todo aquello que emprendió.
¿Qué más se puede decir, que no sepamos, del creador del ordenador personal, el iPod, el iPad y el iPhone? Pues creo lo más acertado será escuchar sus propias palabras. Os dejo el vídeo con su famoso discurso en la Universidad de Standford, en el que podréis vislumbrar la filosofía que llevó a un hombre a convertirse en un mito.