No es de extrañar que Luces de bohemia sea una lectura obligatoria en el curso de preparación a la selectividad: encierra gran parte de la esencia de Valle-Inclán y es un gran reflejo de las cotas que alcanzó la literatura española en el primer tercio del siglo XX.
Luces de bohemia es la historia del declive y muerte de Max Estrella un poeta ciego que vive por y para su obra, un bohemio (figura en la que se ha querido ver reflejado al propio autor durante años pero que nada tiene que ver con la vida que llevó Valle-Inclán) al que el mundo acaba explotando y devorando hasta convertirlo en un despojo y un recuerdo del pasado. Alrededor del protagonista surgen otros personajes que representan prácticamente todos los estratos sociales y que constituyen una buena muestra de la sociedad española de principios del siglo XX.
Con una estructura atípica para el teatro (nada menos que quince escenas diferentes de longitudes muy variables) y una visión muy crítica de la realidad del momento, Valle-Inclán va estirando arquetipos más allá de la caricatura para conseguir que el lector-espectador se forme una idea precisa de las contradicciones y sinsentidos de un país que el escritor disecciona con pulso de cirujano describiendo vicios y costumbres que convierten a la sociedad en miserable y, al mismo tiempo, hacen aflorar ciertos apoyos para la esperanza de un futuro mejor.
El lenguaje se caracteriza por una precisión casi inalcanzable así como por la introducción de términos inventados por el propio autor y la inclusión de jerga y lenguaje de la calle convirtiendo la lectura en un auténtico placer y revistiendo toda la obra de un halo de vida y realidad del que en demasiadas ocasiones carecen las obras de teatro.
La riqueza y variedad del vocabulario hacen que sea recomendable acometer la lectura acompañados de una guía o sobre una versión convenientemente anotada, lo cual contribuirá, casi con total seguridad, a que disfrutemos mucho más de obra.
Tanto si nos acercamos a Luces de bohemia por obligación como por placer, recomiendo una lectura pausada y reflexiva a fin de disfrutar de la preciosa orfebrería lingüística del maestro arousano.
Un libro magnífico, que demuestra que el teatro leído no tiene porque se inaccesible al gran público, y que encandila desde el primer momento.