Cuando Charles Bukowski falleció en 1994 dejó tras de sí un puñado de novelas, más de una docena de libros de relatos, cientos de poemas y algún que otro texto de difícil catalogación como sus libros autobiográficos.
Iniciador del movimiento conocido como realismo sucio Bukowski supo crear (o creó sin pretenderlo) la leyenda del poeta alcohólico, el personaje que vive lo que cuenta y cuenta lo que ha vivido rebozando de esta manera toda su producción de ficción con una pátina de verdad que no siempre tuvo por qué existir.
El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco nos acerca al Bukowski más filósofo de toda su carrera: un Bukowski extremadamente anciano para su edad, cansado y próximo a la muerte al que el día a día le sirve como excusa para divagar sobre lo humano y lo divino, para apuntar su linterna sobre el mundo que habitamos y ofrecer su peculiar visión del devenir de nuestra sociedad.
Con una estructura de diario en la que el hilo conductor son los acontecimientos cotidianos, Bukowski va desgranando con maestría temas como la inspiración, las relaciones sociales, la muerte o las nuevas tecnologías (emitiendo un claro alegato a favor del ordenador personal que le permite escribir más rápido y mejor) y ofrece su visión escéptica ante el futuro de la humanidad.
Entre visita y visita al hipódromo (la única interacción social que se permite a diario) un Bukowski pensionista con vida acomodada y una casa con piscina hace memoria de todas la miserias que vivió y reflexiona acerca de lo caprichoso que puede ser el éxito literario. Esta primera reflexión da pie a muchas otras como la esencia de la propia creación literaria y los motivos que le impulsan a encerrarse en su despacho, encender un cigarro tras otro e ir viendo como caen las líneas sobre la pantalla de su Mac.
Resumiendo: un libro testamento que quizá Bukowski nunca pretendió publicar y que nos muestra el lado más humano y reflexivo de un pensador con una lucidez asombrosa. Una obra sólo a la altura del último de los escritores “malditos”. ¿Te lo vas a perder?