Su historia es puro Hollywood, una muchacha que persigue un sueño y lo consigue, pero detrás del glamour y del espíritu de superación se esconde una historia mucho más trágica que sigue fascinando. Sin ir más lejos, el año pasado se estrenó My Week with Marilyn, un film que narra los tensos días de rodaje de El Príncipe y la Corista de Lawrenc Olivier y que contaba con Michelle Williams como protagonista. No me quiero ni imaginar el cásting que tuvo que superar Williams para hacerse con el papel, pero seguro que no fue bonito. Y es eso precisamente lo que nos muestra Smash.
Producida por Steven Spielberg, Smash narra la historia de dos mujeres que luchan por hacerse un hueco en Broadway. Karen (interpretada por Katharine McPhee, ex-concursante de American Idol) lleva tan sólo unos meses en la ciudad y todavía está muy verde pero tiene muchísimo potencial. Ivy (Megan Hilty), en cambio, ha crecido bajo la sombra de la fama de su madre y lleva años participando en todos los musicales habidos y por haber con la esperanza de que alguien se fije en ella y le de una oportunidad. Karen y Ivy quieren ser estrellas y saben que interpretar a Marilyn en el musical Bombshell les podría cambiar la vida, por lo que no dudarán en utilizar las armas que tienen a su alcance.
Pero Smash no sólo narra la creación de una estrella ya que también nos muestra el proceso de creación del musical, sus canciones, su libreto, su puesta en escena… y eso es sin duda lo más interesante de la serie. Tom Levitt (Christian Borle) y Julia Houston (Debra Messing) deciden emprender la difícil tarea de crear de cero un musical sobre la vida de la tentación rubia, es decir, sin echar mano de sus canciones más conocidas. Con la ayuda y el dinero de la productora Eileen Rand (Anjelica Huston) y el talento en la dirección del brillante pero complicado Derek Wills (Jack Davenport), conseguirán ponerlo en marcha Bombshell, pero eso no es más que el principio. Porque para triunfar en Broadway no basta con tener talento y ganas.
El piloto de Smash es absolutamente redondo, quizás hasta demasiado porque deja las expectativas tan altas que era difícil que siguiese a la altura. Y con esto no estoy diciendo que el resto de la serie sea mala sino que está desequilibrada. Por momentos se le da demasiada importancia a las relaciones personales de los personajes (a parte de que hay un personaje al que desearías que le pasase por encima varias veces uno de los numeroso taxis amarillos de Nueva York) y descuidan un poco el musical en sí que, repito, es lo mejor de la serie. Además, la serie se posiciona demasiado en favor de una de las aspirantes (no voy ha decir cuál aunque supongo que ya os lo imagináis), lo que acaba provocando el efecto contrario.
De todas maneras, en la segunda temporada que se estrenará el próximo septiembre parece que van a solventar la mayoría de esos problemas. No contará con Theresa Rebeck, su creadora además de principal inspiración para el personaje de Julia y su vestuario, pero queda claro que han tomado nota de lo que no tienen que hacer. Como Karen, la primera temporada de Smash quizás esté un poco verde pero tiene muchísimo potencial, y si no siempre nos quedará la magnífica banda sonora plagada de canciones originales muy pegadizas.