Copper sigue los pasos de Kevin Corcoran (Tom Weston-Jones), un detective de origen irlandés y pasado complicado que se encarga de repartir justicia con puño de hierro en Five Points, el barrio más marginal de Nueva York en el que Scorsese ambientó Gangs of New York. Corcoran y su equipo intentan poner un poco de orden en el peligroso y corrupto distrito aplicando lo que en aquella época se consideraban modernos métodos científicos de deducción para resolver delitos como, por ejemplo, autopsias y reconstrucciones.
Entre caso y caso, el detective se dedica a investigar la desaparición de su mujer y su hija mientras éste se encontraba luchando en el bando de la Unión en la Guerra de Secesión, aunque su búsqueda no será nada fácil ya que parece que a más de uno no le interesa que conozca la verdad.
Pero Copper no sólo se adentra en la miseria de los bajos fondos sino que también nos muestra la opulencia de la alta sociedad que vive por encima de la Quinta Avenida gracias a la amistad que Corcoran mantiene con Robert Morehouse (Kyle Schmid), hijo de uno de los empresarios más importantes de esa creciente Nueva York, al que conoció en el frente.
La ambientación de la serie es excelente, y a pesar de tener un inicio más bien flojo y que alguna trama no da demasiado de sí, Copper va creciendo poco a poco a medida que los casos van perdiendo protagonismo y que los personajes van adentrándose en sus propias miserias, que son muchas. Además, demuestran que se atreven con todo al tocar de frente un tema tan peliagudo como la prostitución infantil en una trama realmente dura.
Como digo, es evidente que Copper se ha ido puliendo poco a poco y seguramente su segunda temporada, ya confirmada, será mucho mejor que la primera, pero sus diez episodios son una muy buena carta de presentación de lo que está por venir. Y es que, a pesar de sus errores, al final te da lo que al principio promete, algo de lo que no muchas series pueden presumir.