Ayer fue martes y 13 y hoy hay huelga general, así que prefiero no saber qué pasará mañana jueves, da miedo. Menuda semanita. El futuro no es ya lo que solía ser. Mejor será si vuelvo la vista atrás y despliego un periódico viejo sobre la mesa. Lo que te voy a contar puede entenderse como una tragedia, y lo es, lo es, es un trago que sabe a rayos y haría gimotear como un bebé a Harry Callahan, pero prometo dejarte buen sabor de boca, prometo encontrar una rosa sin espinas en el monte Calvario. Sigue leyendo, y puede que al final tus lágrimas no sean tan frías.
Zoe Everett estudiaba en la universidad, pasaba las páginas de sus apuntes mientras escuchaba su disco favorito, concentrada, leía palabras que algún día germinarían ideas en su cabecita. De pronto, saltó la radio, las noticias, la realidad. Se acerca el huracán Sandy. Cerró los libros.
Su biografía era una más entre mil millones, las cuatro plumas más ilustres de su país no hubiesen perdido diez segundos escribiendo una mísera línea sobre su vida. Demasiado vulgar y aburrida. Nació y se crió en una familia tradicional, en Mendham Township (Nueva Jersey), hasta que le tocó irse a Rutgers, una universidad no muy lejos de casa. Su gran aventura. Tuvo que separarse de sus tres hermanos. Era la mayor y fue duro. O eso pensó entonces.
Tú y yo olvidaremos el huracán Sandy, inmersos como estamos en nuestro propio torbellino, el año que viene nos costará diferenciarlo de aquellos que asolan otras zonas de nuestro castigado planeta. Zoe no lo borrará nunca de su memoria. Este huracán, de nombre tan meloso, no vomitaba purpurina. Arrojó un árbol sobre el coche de su familia. Desgraciadamente, no estaba aparcado, en el interior viajaban sus padres (Richard, de 54 años y Elizabeth, de 46) y sus hermanos pequeños (Pierce, de 11 años y Theo, de 14). Los niños sobrevivieron.
Su otra hermana, Thali, a sus 17 años, todavía no era mayor de edad, por lo que la tutoría legal de la familia entera recayó sobre Zoe. Una carga inmensa para cualquiera, y más, para un polluelo que acaba de salir del cascarón. No tuvo tiempo para llorar, en sus lágrimas se reflejaban las caras de sus hermanos. Necesitaba dinero. Es patético y demasiado crudo para digerirlo antes de desayunar, pero es así. No es que no quisiera a sus padres, adoraba demasiado a sus hermanos, y su determinación crecía por segundos. Si hubiera nacido en Madrid, su mensaje de aliento hubiera sido: hay que tirar pa´lante.
Ilusa. Por primera vez en su vida se encontró ante el gran muro de la burocracia. El famoso “Vuelva usted mañana” de Larra no es exclusivo de España. Era obvio que tardaría un tiempo precioso y difuso, en zanjar el papeleo para recibir los ahorros de sus padres. Hizo cálculos, y el número que quedó dentro de un lazo de tinta roja, y subrayado tres veces, una por hermano, era el 5.000. Cinco mil dólares.
Zoe no se iba a quedar de brazos cruzados, llamaría a todas las puertas que hiciera falta hasta desgastarse los nudillos. Tuvo una idea, tanto leer tiene estas consecuencias, pensó que podría pedir ayuda por Internet. Cinco mil dólares es mucho dinero para una sola persona, pero el tan denostado optimismo le llevó a pensar que To er mundo e güeno, que diría Manuel Summers. Estaba obligada a creer en la bondad de algunos desconocidos. Ni corta ni perezosa, escribió en el navegador la dirección de Wish Upon a Hero (Pídele a un héroe). Era una bengala en medio del océano. Explicó la tragedia a la que se enfrentaba.
Ya no soy una chica típica de 19 años. En un momento, en un segundo de mala suerte, mi vida y la de mis hermanos han cambiado para siempre. Ahora tengo dos objetivos: cuidar y tutelar a mis tres hermanos pequeños y mantener la casa en la que nos criamos.
No se olvidó del precio. 5.000 dólares. Al día siguiente, había recibido más de 56.000. Increíble. Sus ojos se quedaron secos, no podía parpadear. Facebook y Twitter convirtieron su causa en un viral. El ángel de la guardia de nuestra amiga tenía muchos nombres, sus padres seguro que se hubiesen sentido muy orgullosos y agradecidos. El fundador de Wish Upon a Hero, Dave Girgenti, explicaba a la cadena NBC:
Fue espectacular. Ella solo quería 5.000 dólares. Y el país entero se ha unido para ayudar a esta chica durante su tragedia. Su deseo se ha cumplido.
En cuanto se enteró, su primera decisión fue dejar de pedir dinero. Las donaciones no paraban de gotear en su cuenta corriente. Zoe cerró su “deseo” para que nadie pudiera enviarle más. Su mensaje de despedida:
Wish Upon a Hero ha reunido fondos para mi familia más allá de lo que podríamos haber soñado. Todas nuestras necesidades están ya cubiertas.
Ahora nos gustaría que miraseis (y donaseis) a otros individuos que todavía no dan abasto con sus necesidades. Mi familia ha tenido tanta suerte que queremos poder hacer lo mismo por otros que han sufrido la tragedia del huracán Sandy.