El formato de los relatos cortos que cuenta con una amplísima tradición oral a lo largo de la historia de la humanidad es quizá uno de los géneros literarios menos difundidos y publicitados por la industria editorial para disgusto de infinidad de lectores y frustración de miles de autores. Por suerte para los amantes del género en ocasiones surgen autores que consiguen romper esa barrera editorial y sorprendernos con retratos tan lúcidos y bien enhebrados como Si te comes un limón sin hacer muecas.
En este libro de poco más de cien páginas Sergi Pàmies consigue alcanzar el difícil equilibrio entre una prosa repleta de belleza y la agilidad y precisión que el género del relato corto requiere por propia definición.
Con un conocimiento profundo de los tiempos de la narración corta y un manejo excepcional de los mismos el autor consigue encauzar historias cotidianas a través de una visión fantástica, crítica y nunca inocente hacia un demoledor desenlace en que el punto final no representa la muerte del cuento sino el comienzo del gozo diferido que puede durar meses o incluso años tras haber leído el libro.
Dentro de la heterogeneidad que por tónica habitual presentan las colecciones de relatos, Pàmies consigue mantener la cohesión interna del libro gracias a una prosa depurada y sincera que tiñe cada una de sus páginas de realismo y reflexión.
Esta reflexión se hace especialmente patente en “Como dos gotas de agua”: una metáfora de la vida que rebosa belleza poética en cada una de sus frases y que nos envuelve en un doble juego en el que por un lado tenemos un profundo simbolismo sobre cómo percibimos nuestras vidas y cómo éstas se agotan con celeridad y casi sin dejar huella y por otro lado cómo un observador ajeno a nuestra realidad las vería pasar como insignificantes gotas cayendo de un grifo mal cerrado sin apenas prestarles importancia.
En resumen: un magnífico libro de relatos que demuestra que la gran literatura no tiene por qué encerrarse en volúmenes de ochocientas páginas ni crear nuevos mundos para sorprendernos y agradarnos. Las grandes historias pueden estar ante nuestros ojos y casi siempre se esconden tras las cosas más pequeñas.