La vida de Pi, una bella fábula para disfrutar en el cine

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Dejadme que os cuente una historia. No os prometo veracidad, fidelidad a los hechos, ni migas que puedan servir de guía para verificar lo ocurrido. Se ofrece, simple y llanamente, una historia. “La vida de Pi” es justamente esto: recuperar algo tan maltratado como la narración llena de guiños simbólicos. He aquí mi vida, nos dice Pi, la fábula de un náufrago que lanza su mensaje de esperanza en una botella.

Una fábula muy bien lograda

Ang Lee, director de Brokeback Mountain, nos ofrece un film profundamente conmovedor. Se trata de la historia nacida de la mente de Yann Martel, escritor canadiense (aunque nacido en Salamanca), La vida de Pi adaptada por el guionista David Magee (Descubriendo Nunca Jamás). Más allá del despliegue de medios visuales y de que la novela cuente con un importante número de ejemplares vendidos al rededor del mundo, conviene prestar atención a la voz de la historia, es decir, al sentido de lo que se nos quiere decir con una sucesión de hechos por demás fantásticos.

Pi Patel (Suraj Sharma) es un joven que ha crecido en contacto constante con los animales, pues su padre era el encargado del zoológico. Un primer acercamiento a su infancia, el peculiar origen de su nombre, su apertura para las prácticas religiosas y el inesperado encuentro con el amor, nos dibujan a un personaje entrañable del que nos será difícil separarnos. El auténtico viaje trágico, no obstante, comienza tras la decisión de cambiar de aires trasladando a los animales hasta el distante continente americano. No se revela nada si os digo que el resto del film contará la historia de Pi después del naufragio. Es él mismo quien relata su historia, de manera que el final lo conocemos desde el inicio, pero lo importante, como ya os digo, es el camino, el relato y la manera en que se construye.

Hay cosas que más vale contar de otra manera

Hay situaciones límite para lo humano en donde redefinir creencias y valores es más una necesidad que una elección. Más allá de nuestra sofisticada cultura se encuentra nuestro instinto primario por sobrevivir, esa testaruda actitud que se aferra a la vida. ¿Qué hacer cuando toda comodidad desaparece? “Y, sobre todo, nunca pierda la esperanza”. Esa es la solución que se da dentro del film, es el elemento que nos mantiene al filo de la butaca viendo cómo es posible vencer a los grandes demonios del hambre, el miedo y la soledad. Por supuesto que la respuesta está en la fabulación, en un ejercicio de imaginación que nos llama a no perder la fe ni en las circunstancias más adversas.

No os confundáis, no se trata de una lección moralina ni mucho menos religiosa. Es, por el contrario, la historia de un joven que termina perdido en el mar con un tigre como única compañía. Se trata de lo inverosímil interpelándonos para reflexionar en torno a la fe y la creencia. ¿Hay acaso otra manera de abordar estos temas? Sin duda que los más siniestros rostros de lo humano deben transfigurarse en historias fantásticas, asimilarse a través de la fábula para develar la luz que se esconde detrás del horror. Este es el gran acierto del director: con o sin 3D logra acercarnos al personaje, emocionarnos con su historia y dar en el blanco con el desenlace que nada tiene que ver con la llegada de Pi a tierra firme. ¿Qué historia preferís creer? Esta será la pregunta que os hará salir atando todos los cabos de la vida de Pi, una fábula que vale la pena disfrutar este puente en el cine.

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