Vale, ¿qué estoy haciendo? ¿Persigo a ese tipo? ¡No! ¡Él es quien me persigue!
Adoro esa frase. Me encanta. Puro instinto, puro cine. Esa secuencia resume una película, y vale una carrera. Cuando la vi, me dejó pasmado sin ser rey. Empalmado sin ser duque. Rendiré pleitesía al autor de esta genialidad.
Al poco de estrenarse, corría el año 2000, Memento se convirtió en una obra de culto, en un clásico moderno, la clase de película que recomiendas a tus amigos zarandeándolos, porque necesitas que vivan esa experiencia. Christopher Nolan subió al Olimpo en ascensor, y desde entonces, su silueta de murciélago recorta la luna.
La película renovó el cine negro. Lo reanimó, fue la chispa adecuada. Es muy original, laberíntica. Se sustenta en dos ideas geniales, una de ellas es de guion: Leonard es un investigador de una agencia de seguros cuya memoria está irreversiblemente dañada, tiene una lesión en el hipocampo. Amnesia anterógrada.
¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Qué es eso? Lo último que recuerda de su pasado, es el golpe que se pegó en la cabeza al intentar evitar la violación y el asesinato de su mujer. A causa del porrazo, ha perdido la memoria reciente. A ver si me explico: recuerda todo hasta el golpe; de ahí en adelante, solo lo más inmediato. Todo lo que hace y dice, se esfuma de su frágil mente a los pocos minutos.
El objetivo principal del director inglés que devolvió la dignidad a Batman, era crear una atmósfera. Envolvernos en la manta de la intriga. Y lo logró. Transmite al espectador la confusión y el desasosiego que sufre el protagonista. El trastorno es muy grave, yo no quiero ni imaginármelo, tiene que ser terrible “vivir” así. Sobre todo, si quieres y necesitas, investigar y vengar el asesinato de tu esposa.
¿Qué hacer? ¿Cómo organizarte? En esa época aún no había móviles inteligentes, aunque parezca mentira en el año 2013, así que Leonard siempre carga con una cámara Polaroid. Las fotos que saca y revela al instante para poder anotar sus pensamientos, y su cuerpo lleno de tatuajes, son su ancla en la tormenta. Notas en la piel. Su memoria es su camisa, sin ella, se estremece. Nos pasaría a todos…
La segunda visión inspirada de Nolan es el montaje. Milimétrico. Un puzle al que se le perdonan algunos agujeros por su brillantez formal. Gracias a esta estructura narrativa, nos presenta los efectos antes que las causas. ¡Me duele la cabeza! ¡Vaya frasecita! Su desarrollo es ingenioso y curiosísimo, un ejercicio de estilo completamente justificado por todo lo que ya hemos comentado. Su enfermedad. Ahora lee con atención, intentaré aclararlo.
Hay dos líneas narrativas, una en color y otra en blanco y negro. En la primera, la acción avanza como un cangrejo, hacia atrás, encadenándose una escena con la anterior. Piénsalo, y después sigues. Ves la secuencia completa, y la siguiente, concluye donde empezó la primera. Empiezas las secuencias sin saber qué pasó antes. Igual que Leonard. No tragues saliva, párate diez segundos. El espectador va reconstruyendo la historia a la vez que el protagonista. Bueno, un poco antes, Nolan intercala la otra línea narrativa donde nos ofrece pistas bastante claras. Saberlo un poco antes estimula el suspense.
Los tres actores están soberbios. Guy Pearce interpreta magistralmente un papel destinado para Brad Pitt. Carrie-Anne Moss resplandece como nunca, mejor que en Matrix, y Joe Pantoliano demuestra sus tablas, y prueba que no siempre te crece la nariz si mientes.
El guion está basado en un relato corto de su hermano pequeño, titulado Memento Mori (expresión latina que significa “recuerda que morirás”). Y a partir de esas páginas garabateadas, elaboraron una oscura disección de la memoria, una película hermanada con Seven, A quemarropa, The Game y Sospechosos habituales. Un guion inteligente, sorprendente, interesante y retorcido.
No me acuerdo de olvidarte.
Te darás más de una palmada en la frente al mirar atrás, posteriores visionados y el recurso fácil de los foros de Internet te ayudarán a atar cabos. Al descorrer la cortina, te verás desnudo, todo es una manipulación. Es perturbador. Funde a negro, y te das cuenta que la clave es el principio.
Una mano sostiene una fotografía Polaroid de las de toda la vida. La agita, y la imagen se va desvaneciendo hasta quedarse en blanco. Memento no termina cuando se encienden las luces, el juez golpea con el martillo sobre la mesa. No pide silencio en la sala, el debate queda abierto, la sobremesa de una comida de cabeza interminable.
¿Se puede sacar miel de este panal de abejas? ¿Alguna lección que provoque celos a Paulo Coelho?
Podría ser. Yo saqué unas conclusiones que no son demasiado originales, lo sé, pero no tengo otras. Los que no somos espabilados estamos rodeados de muros. ¡A lo que iba! La memoria y los recuerdos pueden ser manipulables. Puedes hacerlo tú mismo. O puede que haya una causa externa. Una enfermedad, o la gente que te rodea. En cualquier caso…
Te mientes a ti mismo para ser feliz. Eso no es malo, todos lo hacemos.
Espléndido. ¡Ha picado otro pez! Memento te hace reflexionar sobre las decisiones que tomamos. Muchas veces, porque nos cansamos de pensar, o por puro azar, llegamos a una decisión, que a partir de entonces, tomamos como verdad absoluta. A mí me ha pasado, y ¿a ti?
Y remato mi lista de “enseñanzas” con un clásico, que no por mucho repetir pierde vigencia. Si te quedas sin memoria, estás condenado a repetir tus errores una y otra vez. Cierro mi cesta de la pesca.
No te aburro más, te dejo con el tráiler y espero haberte convencido para que disfrutes de este peliculón. ¿Que ya la has visto? ¿Qué pasa? ¿No has aprendido nada? Pulsa el play otra vez, pequeño saltamontes… ¡no te fíes de tu memoria!
¿Te parece una película pretenciosa y tramposa? ¿Te hubiera gustado que tuviera una estructura lineal? ¿Es mejor olvidar algunos recuerdos? ¿Eres un cruel manipulador?
15 y 14: Luna Nueva, Reservoir Dogs.
MI LISTA de las 25 películas.