Cualquiera que haya jugado al tenis contra Rafael Nadal, sabe que gran parte del encuentro va a estar sometido a un martirio incesante de bolas liftadas (que muchas veces botan por encima de la cabeza) y a devoluciones imposibles de pelotas, que el común de los mortales ya daría por perdidas.
Sobre lo de llegar a semejantes bolas, el secreto está en mucho trabajo físico y mucha determinación, pero lo del liftado de las bolas, tiene una explicación que una vez más nos trae la mecánica de fluidos.
Una pelota de tenis se desplaza sumergida en un fluido, el aire, que la rodea por completo. Al igual que sucede con las alas de los aviones o los alerones de los Fórmula 1, la incidencia del flujo de aire sobre la pelota en su desplazamiento, produce un reparto de las líneas de corriente sobre su superficie.
Si el tenista efectúa un golpe plano, la bola casi no tendrá rotación. Si consideramos que el impacto no deforma su forma esférica, la velocidad del aire alrededor de la bola no variará significativamente y la distribución de presiones será más o menos uniforme, por lo que la bola caerá al otro lado de la red casi exclusivamente por causa de la gravedad.
Cuando se efectúa un golpe liftado, la bola experimenta una rotación hacia el oponente, por lo que el flujo que incide sobre la bola se ve acelerado en la parte inferior, ya que dicha rotación actúa en la misma dirección que el aire. Por el contrario, las moléculas de aire situadas en la parte superior de la pelota son proyectadas contra las del chorro incidente, oponiéndose a ellas y ralentizando el campo de velocidades.
Como consecuencia de ambos efectos, el cumplimiento de la ecuación de Euler-Bernouilli hace que se produzca una presión superior en la zona donde se ralentiza la línea de corriente de aire (parte superior de la pelota) y por tanto, una fuerza hacia abajo. Esta fuerza, que responde de una forma proporcional al cuadrado de la velocidad provoca la conocida trayectoria aproximadamente parabólica de los golpes con top-spin.
Es también de destacar el papel que juega la densidad del aire, ya que al ser un factor que multiplica a la velocidad, hace que la fuerza sea mayor en invierno o al nivel del mar.
Este efecto, que se observa en objetos que se desplazan por el aire con rotación (aunque sería válido para otros fluidos), se conoce por Efecto Magnus. Su nombre se debe al físico alemán Heinrich Magnus que describió el efecto en 1853.
En el caso del golpe cortado, el efecto es exactamente el contrario y ahora la diferencia de presiones provocada por la rotación de la bola hacia el jugador que efectúa el golpe, provoca una fuerza hacia arriba que hace que la bola “flote” ligeramente, haciendo que ésta bote con mucho menos ángulo que el caso de los golpes liftados.
Hay una variante del golpe liftado que Nadal realiza con maestria: el banana shot. En este caso, la rotación que se imprime a la bola es aproximadamente perpendicular al caso del golpe liftado ordinario y es lo que hace que la bola siga una trayectoria de fuera a dentro de la pista.
Si además bota dentro de los límites de la misma, suele sorprender al oponente. Y si no que le pregunten al pobre Fer, tras perder con Nadal en cinco sets la semifinal del Open de Australia en 2009, en el que fue el segundo partido más largo en la historia del torneo.
Si un tenista golpease con este efecto una pelota de goma en el espacio, ésta simplemente se desplazaría en línea recta con rotación, porque al no haber un fluido que interactúe con ella en su desplazamiento, no se produciría el efecto Magnus ni ningún otro distinto de la Primera Ley de Newton:
Todo cuerpo permanece en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que haya fuerzas aplicadas sobre él que le hagan cambiar de dicho estado.
Es decir, que la pelota vagaría eternamente por el universo hasta que la atracción gravitatoria de algún cuerpo celeste la atrajese…
Nadal no es desde luego, el único jugador que realiza sus golpes con top-spin, pero su particular drive consigue uno de los golpes liftados más extremos del circuito. El uso tan eficaz que hace de este golpe le lleva a conseguir superar la red muy por encima de la cinta, para luego hacer que la bola caiga de manera súbita lo que le permite conseguir ángulos imposibles.
Además, la rotación que conserva la bola aún después de botar (Pablo, mi profesor de tenis, lo llama “meter peso a la bola”), resta tiempo de reacción al rival y ofrece las jugadas tan espectaculares a las que Rafa nos tiene acostumbrados.
¿Juegas al tenis? ¿Eres liftador o pegador? ¿Intentarás a partir de ahora que el Efecto Magnus juegue a tu favor?