Cuidar nuestra piel del sol es algo que se nos ha enseñado en casa desde pequeños, siempre nos decían al ir a la playa que había que echarse crema y estar a la sombra cuando el sol pegaba muy fuerte porque decían que los rayos eran malos y dañaban nuestra piel. Cuando eres un niño no es algo a lo que le des mayor importancia que el hecho de que tu madre se pone pesada, porque no somos capaces de ver las consecuencias directas de estar expuestos a los rayos UVA. Una vez crecemos conocemos que la razón de que no nos dejen exponernos al sol es por el envejecimiento de la piel y el riesgo de melanomas, pero seguimos sin poder observar los efectos que hace el sol sobre nuestra propia piel.
En un video de Thomas Leveritt llamado How the sun sees you nos muestra cómo a través de una cámara ultravioleta se ve nuestra propia piel. Lo que más llama la atención es que se distinguen muchas más pecas de las que se ven a simple vista, y es un claro síntoma de envejecimiento de la piel que no somos capaces de percibir. La piel de los niños está lisa y sin pecas, por lo que todos nacemos con una piel totalmente sana, y según nuestra exposición al sol sin protección, va empeorando sin que nosotros lo veamos en el espejo. Por el simple hecho de no verlo, no nos damos cuenta del daño que nos hace el sol hasta que es demasiado tarde y nuestra piel comienza a resentirse con los años.
¿Qué es lo que pasa cuando usamos crema protectora? Pues que la luz se bloquea. A la vista de los rayos del sol nuestra piel es completamente negra y no es capaz de atravesar la capa protectora que ofrece la crema solar –al igual que pasa con el cristal de las gafas–. Por lo que, si cuando eras pequeño tu madre se ponía pesada con el tema, deberías agradecerle la salud de tu piel.
