Ya te hemos hablado de la polémica alrededor de la bombilla eterna, pero… ¿y si no hicieran falta bombillas? Ni electricidad o un combustible, sino que nuestra luz proviniera de las bacterias. La verdad es que el concepto resulta sorprendente, pero es lo que propone Teresa van Dongen, una estudiante de la Academia de Diseño de Eindhoven. Eso sí, nos presenta un producto que por ahora se trata más bien de una prueba de concepto, y no está preparado para ser comercializado. Lo conocemos gracias a Geek, y basa su funcionamiento en una enzima llamada luciferasa, de origen marino.
Van Dongen recolectó bacterias bioluminiscentes de la piel de pulpos, y las encerró en un tubo con agua de mar sintética. Cuando se oxigenan, comienzan a brillar. Por eso la lámpara está suspendida, de forma que un pequeño golpe inicie la oxigenación y se genere luz. Pero el efecto dura muy poco, en cuanto el agua se calma el tono azul turquesa se disipa. El principal inconveniente de esta lámpara bioluminiscente, que se llama Ambio, es que las bacterias mueren en su interior en unos tres días, por lo que deja de funcionar. Sin duda, un serio inconveniente para crear una versión comercial.
En el vídeo superior puedes ver la lámpara Ambio en funcionamiento, y la verdad es que me parece muy bonita. De todas formas, hace tiempo ya te hablamos de un genial juguete bioluminiscente que resultaba bastante más avanzado. Las microorganismos se mantenían vivos al menos un mes, y les podíamos echar nutrientes para hacer que aguantasen de forma indefinida. Aun así, ambos artículos representan simples curiosidades, sin una utilidad real. Pero me parece genial la idea de disponer de una lámpara que no usa electricidad, sino bacterias, y seguro que muchas personas estarían dispuestas a gastarse una buena cantidad de dinero en algo tan original.
¿Qué te parece esta idea? ¿Te gustaría tener una lámpara Ambio, o te parece un capricho que no serviría para nada?