Parece absurdo ponerse a conducir detrás de la pantalla de un ordenador cuando podemos coger un coche y practicar, ¿no? La experiencia simulada nunca va a ser la misma que la real, por mucho que se le aproxime. Sin embargo, Alan Bron consiguió que la “Ley Joshua” exigiera el aprendizaje con simuladores en el estado de Georgia, convencido que esto evitaría la muerte de adolescentes como su hijo Joshua Brown.
En Estados Unidos la educación vial es muy distinta a la española, y muchos jóvenes aprendían a conducir en el instituto con manuales pensados para una época con coches más lentos, carreteras medio vacías y en la que no existían distracciones como los móviles. Puede que nuestro país y la potencia americana sean muy distintos en este aspecto, pero la Ley Joshua también tendría sentido en España. Además, las autoescuelas españolas son entes privados, así que cuentan más recursos para comprar buenos simuladores. Pero primero debemos tener claro por qué son necesarios.
¿Por qué necesitamos simuladores?
El objetivo de conducir frente a una pantalla no es disminuir el número de prácticas en carretera, ni reducir costes. Se trata de un complemento a la experiencia real, que aporta muchos cosas valiosas. Y es que, si hacemos las prácticas un verano por la mañana, seguramente no tendremos ni idea de cómo enfrentarnos a los peligros de la noche ni a los riesgos de la calzada mojada. Sin embargo, en un simulador podemos escoger las condiciones que queramos, y acostumbrarnos a ellas.
Con un poco de suerte, no tendremos un accidente mientras estemos en la autoescuela, y quizá no suframos en toda nuestra vida ni un solo choque grave. El problema es que, ante una situación de peligro, reaccionaremos usando nuestros reflejos, en vez de utilizar los conocimientos teóricos aplicables a ese caso. Sin embargo, con un simulador podemos vivir una y otra vez momentos complicados, como perder el control por un charco en la carretera o tener que esquivar a un peatón que aparezca de pronto.
En la vida real no tenemos la opción de pulsar el botón de “reiniciar”, pero gracias a un simulador disponemos de la oportunidad de practicar en las condiciones más adversas y estar preparados para ellas. Me parece un argumento más que suficiente para que estos aparatos formen parte importante de la formación en seguridad vial.
Las muertes en la carretera
El caso estadounidense y el español son muy distintos, pero tomemos un ejemplo: el número de muertos anuales al volante en el país americano equivale a que cada día un avión se estrellara sin supervivientes. Obviamente, nadie encontraría aceptables esas cifras en la aviación, pero se ven como normales en las carreteras. Echemos un ojo a las estadísticas españolas:
Desde luego, son muchas las muertes causadas por excesos de velocidad o por la conducción bajo el efecto de sustancias psicoactivas. Aunque hagan falta muchos más esfuerzos en esos temas, eso no debe representar una excusa para no dar a los conductores la posibilidad de salir airosos de situaciones delicadas al volante.
¿Vale la pena el coste?
Uno de los problemas de los simuladores es que son caros. Si alguien piensa que deberían costar como una consola de videojuegos, está muy equivocado: un modelo básico puede encontrarse por unos 7.000 dólares, y una configuración avanzada supera los 20.000 dólares, como leemos en The Verge. Ese problema es más grave en Estados Unidos, donde estas cifras pueden suponer un esfuerzo importante para un instituto público de secundaria. Existen muy buenos simuladores de conducción en PC, pero son de carreras, y para la formación se necesitan unos específicos.
En España las autoescuelas son privadas, cobran unos precios bastante elevados, y pueden permitirse inversiones de este tipo. Al fin y al cabo, el gasto sería similar al de comprar un coche más, pero que no usa gasolina, no necesita seguro y no tiene accidentes reales. A primera vista, veo más que asumible instalar simuladores en nuestras autoescuelas y, de hecho, en algunas ya disponen de ellos.
Hace tiempo ya hablamos de que el coche autónomo llegará en unos años, y entonces se acabará con la mayoría de los accidentes de tráfico. Hay quien se plantea la necesidad de simuladores en este contexto, pero lo cierto es que los vehículos por completo automáticos pueden tardar décadas en volverse una realidad, así que en este tiempo debemos hacer todo lo posible por la seguridad de los conductores de carne y hueso.
Lo simuladores son necesarios
Hemos visto lo que nos aportan estos sistemas, pero lo más interesante es que dan resultado: desde que la “Ley Joshua” se adoptó en Georgia, las muertes de adolescentes al volante bajaron un 60%. UPS, la compañía de mensajería, también experimentó con la formación mediante simuladores para sus empleados, y se encontró con una reducción del 38% en los choques registrados. La idea funciona tan bien en la teoría como en la práctica.
Si en Georgia se ha podido implementar este sistema, está claro que en España también seríamos capaces. Dudo que el coste represente un factor limitante, pero lo que sí resulta importantes es que los alumnos de las autoescuelas cambien de mentalidad, y se den cuenta de que el simulador no sirve para sacarse el carnet: sirve para salvar sus vidas el día de mañana. Debemos incorporar este valioso recurso formativo a los centros de educación vial, y creo que en pocos años las estadísticas revelarán que se reducen los accidentes. Puede que no hablamos de cifras enormes, pero vale la pena hacer el esfuerzo por acabar con los charcos de sangre en nuestras carreteras.
¿Qué opinas de este tema? ¿Estás a favor de hacer obligatorias las clases con simulador en las autoescuelas, o te parecen más bien poco necesarias?
Estoy totalmente de acuerdo contigo, se debería enseñar con simuladores con todo tipo de situaciones, así aprendes cómo reaccionar en casi cualquier situación. Y a medida que se progresa, ir cogiendo poco a poco un vehículo real.
Igual tampoco es eso, yo creo que incluso a un conductor veterano un simulador le puede aportar cosas útiles.
Un conductor veterano puede llevar tiempo sin conducir y el simulador le puede ayudar a refrescar las habilidades. Además de que no sólo aprender a conducir es importante, sino también consolidar las buenas prácticas. Y sabemos que no siempre los conductores veteranos ponen en práctica buenos comportamientos al volante…