La tecnología para construir bancos de órganos está cada vez más cerca

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Cada vez que un donante de órganos muere comienza una cuenta atrás, ya que tras la extracción de un órgano por parte de un cirujano, este solo puede sobrevivir durante 36 horas. Eso de forma general, ya que un hígado puede aguantar entre 4 y 16 horas, y un corazón solo entre 3 y 5 sin pasar a ser inútil.

Por este motivo, aunque una persona sea donante de órganos, si no se encuentra rápidamente a alguien compatible antes de que se agote el tiempo, sus órganos quedan inservibles y son descartados. No existe ninguna forma actualmente de conservar los órganos de un fallecido hasta que se encuentre a alguien compatible, lo que deriva en desperdiciar algo tan valioso que podría llegar a salvar varias vidas al día siguiente de haber sido descartados.

El año pasado España volvió a batir el récord mundial de transplantes tras alcanzar los 4.360 trasplantados gracias a 1.682 donantes. Sin embargo, la lista de espera para un órgano creció por segundo año consecutivo en 2014, pasando de 5.418 pacientes a 5.571. Con la tecnología necesaria para crear un banco de órganos las listas de espera, no solo de nuestro país sino de todo el mundo, se reducirían drásticamente.

Los bancos de órganos

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Uno de los grandes avances en medicina sería descubrir cómo conservar y almacenar de forma efectiva órganos hasta que estos puedan ser utilizados. Ya no solo para esperar a que aparezca un paciente que lo necesita, sino también porque al no existir una carrera contra reloj se podría reparar el tejido de órganos que valdrían para trasplantar, aumentando el número disponible, e incluso en caso de trasplantes no urgentes, se podría aprovechar este tiempo extra para conseguir que el órgano, dentro de un recipiente inmune, se adaptara lentamente a la sangre de su futuro portador, lo que se traduciría en menos probabilidades de sufrir un rechazo.

Es evidente que la creación de un banco de órganos sería una gran revolución, motivo por el que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ha concedido recientemente 3,5 millones de dólares a diversas startups que están investigando cómo se podría llevar esta idea a cabo. Existen varios métodos que se están estudiando, y obviamente cada uno tiene sus pros y sus contra.

Criopreservación

La técnica más conocida sería la de la criopreservación, generalmente llevada a cabo con nitrógeno líquido. Sin embargo, la formación de cristales de hielo daña las células y el tejido del órgano, lo que imposibilita su uso para trasplantes. Una posible solución sería congelar y descongelar el órgano rápidamente, lo que haría que el hielo solo se acumulase en su superficie, pero esto plantea otro problema más.

A la hora de descongelar un órgano, sería necesario hacerlo con una fuente de calor uniforme en todos y cada uno de los puntos del mismo, ya que de no hacerlo así, el estrés térmico podría terminar con la rotura del tejido (de un modo similar a cuando pones un cubito de hielo en agua tibia y empieza a sonar como si se rompiese).

Aunque hay teorías de cómo se podría conseguir descongelar un órgano de forma uniforme haciendo uso de nanopartículas magnéticas que vibren, muchos científicos afirman que independientemente de cómo lo descongelen, siempre se causaría un pequeño daño en el órgano, en el mejor de los casos.

Hibernación de órganos

La otra principal estrategia para conseguir preservar un órgano parece sacada de una película de ciencia ficción, y consistiría en “detener el tiempo biológico” del mismo, es decir, básicamente sería como apagar un órgano y ponerlo a hibernar para que no se deteriore, y reactivarlo de nuevo cuando esté listo para el trasplante.

La mayoría de los vertebrados con una columna vertebral pueden apagarse por completo, vivir en animación suspendida, y volver a la vida. Esto es la hibernación, y algunos primates, así como varios tipos de ardillas o lemures, lo hacen involuntariamente.

El problema es que es más fácil decirlo que hacerlo, ya que un animal no escoge cuándo entrar en hibernación. Los cambios en su entorno activan vías celulares que empiezan desactivar aquellas partes del cuerpo que descomponen las grasas y los azúcares, así como la actividad que conduce a la creación de nuevas proteínas y destrucción de las antiguas.

El gran inconveniente es que en los humanos estos procesos no pueden ser desactivados, ya que en nuestro caso simplemente se desvían pero continúan funcionando. Si se parasen dichos procesos de forma artificial, el cuerpo humano pondría en marcha la apoptosis, que básicamente es una función del cuerpo que destruye células con el fin de autocontrolar su desarrollo y crecimiento.

Este método de preservación solo sería posible si se puede encontrar una forma de poner en un estado de “hibernación” a un órgano sin desencadenar la apoptosis, lo que permitiría inducir un estado de animación suspendida. ¿Y cómo se devolvería el órgano a la vida? “Solo tendrías que revertir lo que hiciste antes”, afirma uno de los investigadores de este campo.

Archivado en Cirugía, Donación de órganos, Sanidad
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