Cuántas veces la belleza se ha convertido en tema de debate. Ahora, gracias a un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard (EEUU) sabemos que las diferencias de opinión sobre el atractivo y la belleza de un rostro radican en las experiencias personales y en el entorno vital de cada individuo. Si bien es cierto que hay rasgos faciales bastante universales, como por ejemplo la preferencia por las caras simétricas, la belleza es algo subjetivo que depende en gran medida de lo que hayamos vivido.
Según el estudio los individuos conforman su ideal de belleza basándose en experiencias personales con amigos, compañeros, e incluso con antiguas parejas. Los investigadores matizan que no se trata de la familia ni el hogar en el que hayan crecido. Tampoco de la escuela en la que hayan estudiado o la cantidad de ingresos que recibiera la familia. La percepción de la belleza en un rostro depende de la interacción social de las personas, sus experiencias vitales, y también los modelos publicitarios y mediáticos que aparecen en los medios de comunicación.
La investigadora de psiquiatría y neurodesarrollo de la Universidad de Harvard, y también autora del trabajo, Laura Germine ha hecho público que:
En general, se encuentra atractivas a personas cuyos rasgos faciales se asemejan a la cara de alguien que te importa o con quien pasas mucho tiempo, como una pareja o el círculo de amigos más cercano
El estudio se realizó con un conjunto de gemelos idénticos y otros muy diferentes que puntuaron más de 200 rostros en base a la simpatía que les despertaban. Al analizar los resultados se apreció que las respuestas de los gemelos idénticos no distaban demasiado de las que otorgaron el grupo de gemelos diferentes. Así, se concluyó que los factores genéticos o los derivados de crecer en un mismo entorno no son determinantes, pero el ambiente único que rodea a cada persona sí.
Con este descubrimiento científico no solo se consigue cuantificar en qué medida influye nuestra experiencia a la hora de percibir la belleza, sino que además permite abrir todo un abanico de posibilidades para estudiar nuestros mecanismos cerebrales y nuestra arquitectura mental. Futuros estudios encaminados en esta dirección se centrarán en dictaminar de dónde proceden nuestras preferencias en materias tan ambiguas como la música o el arte.