Analizamos la moda de las pantallas con alta densidad de píxeles

Cuando Apple presenta una innovación, el resto de la industria de la electrónica de consumo suele seguir sus pasos en unos pocos meses. Es normal, ya que en los últimos años ha encadenado muchos éxitos con sus productos. Y la característica más publicitada del iPhone 4 era su Retina Display. Bajo este grandilocuente nombre se escondía un pantalla con una elevada densidad de píxeles por pulgada: con una resolución de 960×640 en una diagonal de 3,5 se alcanzan unos impresionantes 329 puntos por pulgada.

Considerando que, desde siempre, el iPhone ha tenido peculiaridades mal recibidas por el gran público (batería no reemplazable, puerto de conexión propietario, recubrimiento de su superficie con un cristal con tendencia a romperse) cabe pensar si esta funcionalidad es realmente útil o estamos simplemente ante una estrategia de marketing.

Para aclarar esta duda, quien necesite convencerse de que la pantalla del iPhone 4 es realmente espectacular, no tiene más que echarle un vistazo, y comprobará tanto la buena calidad del panel (brillo y contraste) como la superior definición de todo lo que muestra. Pero lo realmente importante es que no estamos ante una mejora estética, si no que tiene interesantes fines prácticos. Con una resolución tan elevada, una página web que antes era ilegible y sobre la que teníamos que hacer zoom para apreciar algo, ahora se puede ver directamente. Si en una miniatura de una foto apenas podíamos distinguir lo que teníamos delante, de pronto la imagen previsualizada se ha vuelto clara y detallada.

En un momento en que la diagonal de 3,5 pulgadas empieza a ser considerada insuficiente, y que surgen rumores de que Apple va a ceder a las presiones para aumentarla, yo pienso que ya la hemos visto crecer el año pasado gracias a la Retina Display. Y es que este aumento de la resolución nos permite hacer más en el mismo tamaño: toda la interfaz de usuario se podría hacer más compacta y así ganar espacio para mostrar nueva información. Por desgracia, los elementos que deban poder pulsarse no admiten esta reducción, ya que aunque ahora somos capaces de distinguir claramente caracteres e imágenes más pequeñas, nuestros dedos siguen siendo de las mismas dimensiones y la pantalla no ha ganado en precisión (si bien tampoco se le pueden hacer reproches sobre ese particular al teléfono de la marca de la manzana).

La competencia está muy por detrás en este campo concreto. Android se encontraba hasta ahora anclado en resoluciones WVGA (800×480) como máximo, bastante ridículas frente a las de la creación de la empresa de Steve Jobs. Lo peor es que, aunque la densidad de píxeles era aceptable en smartphones de 3,7 pulgadas, en los de 4,3 resultaba insuficiente. Los últimos dispositivos en salir al mercado soportan la nueva resolución qHD (960×540), siguiendo la tónica habitual en este sistema operativo de hacer pequeñas mejoras con bastante frecuencia. Pero lo cierto es que cualquier marca, sin importar el sector, está muy lejos de los 329 puntos por pulgada que ofrece el iPhone 4, sobre todo las pantallas de mayores dimensiones.

Por su parte, Windows Phone 7 sigue trabajando con WVGA, tal y como se decidió desde el primer día. Microsoft quiso evitar la fragmentación de la plataforma eligiendo una única resolución en lugar de las numerosas opciones que ofrece Google, pero no cabe duda de que en próximas actualizaciones tendrá que progresar en este aspecto.

Podemos concluir que la Retina Display de Apple ha sido un avance importante, que tiene una utilidad demostrada y que el resto de la industria debería tomarse en serio alcanzar a los chicos de Cupertino en este tema. Los usuarios esperamos ansiosos que las pantallas con alta densidad de píxeles se vuelvan un estándar en todos los productos de consumo.