La década de 1960 había marcado un momento crucial para la agricultura. Fue entonces cuando los fitogenetistas pusieron en marcha la Revolución Verde en la producción del trigo y el arroz. Por aquel entonces, el científico estadounidense Norman Borlaug y su equipo germinaron mediante esta disciplina nuevas variedades de trigo, mucho más productivas y sensibles a los fertilizantes y al riego. Este espectacular logro ayudó a paliar la hambruna masiva que por aquel entonces afrontaban los países en vías de desarrollo.
Posteriormente, los científicos extendieron los principios de la fitogenética a otros cultivos alimentarios básicos. Los genetistas que desarollaban su labor en Asia habían aumentado considerablemente la producción de arroz mediante la selección de una mutación en un gen denominada semi-dwarf1 (SD1), la cual provoca una disminución en la longitud del tallo de la planta. Estas plantas requieren menos energía y nutrientes, son más productivas y menos susceptibles de ser castigadas por las tormentas típicas del Monzón.
El germen nació en la Prehistoria
Es sabido que desde que los seres humanos comenzaron a practicar la agricultura, hace más de 8000 años, han venido seleccionando los cultivos que producen. Así lo hacían los agricultores prehistóricos, quienes no sólo elegían las plantas que prosperaban, sino también las que mostraban mayor resistencia a los cambios del clima, las plagas y las enfermedades.
Según un estudio reciente, el mismo gen utilizado durante la Revolución Verde para la producción de arroz mejorado ya había sido aprovechado por primera vez hace 10.000 años. Para ver qué papel pudo haber jugado el gen SD1 durante el los inicios de la manipulación del arroz para uso doméstico, un equipo dirigido por el fitogenetista Makoto Matsuoka de la Universidad de Nagoya en Japón examinó la historia evolutiva de las mutaciones en este gen que podrían estar asociadas con la longitud del tallo.
Matsuoka y sus colegas identificaron una mutación antigua llamada SD1-EQ que estaba estrechamente relacionada con el rasgo “tallo corto”. La SD1-EQ se encontró en la variedad japónica y en menor medida en la índica. Esto sugiere que la SD1-EQ podría haber sido seleccionada de entre las variedades de arroz silvestre para ser cultivada por el hombre en tiempos prehistóricos. En un informe online publicado este mes de junio en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, Matsuoka y sus colegas confirman que la mutación SD1-EQ se presentó durante la Prehistoria en la variedad japónica.
Esta conclusión concuerda con los registros arqueológicos de la producción de arroz temprano, sobre todo en el norte de China, según Dorian Fuller, arqueobotánico del University College de Londres. El arroz silvestre es una planta que prefiere las grandes superficies de agua estancada, pero los primeros agricultores cultivaban las plantas en los márgenes de los humedales, donde el agua no es tan profunda. Al hacerlo, quizás inconscientemente estaban seleccionando también las plantas de menor tamaño. De hecho, los resultados positivos los acompañaron. Como comentamos anteriormente, estos especímenes son mucho más productivos y menos vulnerables al azote de las lluvias torrenciales.
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