La niña del vestido verde, una fotografía de Pulitzer

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Massoud Hossaini: Estoy extremadamente feliz de ser el primer afgano en ganar un Pulitzer. Pero también estoy honrado de ser un afgano que pudo testimoniar la vida y momentos difíciles que enfrenta la gente aquí. Sé que cualquiera que vea esta foto va a pensar primero en el fotógrafo, pero realmente espero que no olviden el sufrimiento de la gente de Afganistán.

Edward Roscoe Murrow:

Nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices.

Massoud Hossaini afgano

No fue una melodía, fue un estruendo brutal. Un atentado terrorista, caprichoso y sangriento, sacudió la capital afgana una vez más. 6 de Diciembre del año pasado. Caos en Kabul. 70 muertos sin cara, 150 heridos confusos. El ataque suicida, atribuido a los talibanes y a Al Qaeda, aconteció durante una procesión chiíta, que forma parte de la celebración de la Ashura. Junto a la calzada, no muy lejos de la mezquita, había un lugar donde mujeres y niños se habían reunido para presenciar el boato tranquilamente; y ésa fue su perdición. Gesticulas contrariado, acercas la taza de café a la boca, tomas otro trago que disuelve tus reflexiones, y pasas página. Ya no lo recuerdas.

Mirada de ojos verdes Portada National Geographic

Supongo que no hace falta explicar para qué sirve la foto de Massoud Hossaini (30 años). Refresca la memoria. No es la primera niña afgana que el universo fotográfico conservará inmortalizada. Desgraciadamente. Una calamidad tras otra. Dos vidas que no escaparon a la tragedia, en un país rebosante de escarmientos. Dos símbolos, dos fotografías fascinantes. La primera vez fue la portada de la revista National Geographic (Steve McCurry), quien nos dio un tirón de orejas. En esta ocasión ha sido el Óscar del periodismo, el Pulitzer, en la categoría “Breaking News”. (Ya en Febrero, esta misma fotografía fue laureada con el segundo premio de “Información”, en el prestigioso concurso internacional, World Press Photo Award).

17 de abril del 2012. Nueva York. Comité del Pulitzer:

Por su descorazonadora imagen de una niña llorando de miedo tras un ataque suicida con bomba en un templo abarrotado de gente en Kabul.

Chiítas flagelándose

Hossaini, AFP (Primer Pulitzer para la Agencia France Presse), se encontraba a pocos metros de la mezquita cuando estalló la bomba, cubría las celebraciones de la Ashura, durante las cuales, los hombres se flagelan con unas cadenas que acaban en láminas filosas. Escalofriante.

Él mismo, explica mejor que nadie, la frenética y cruda secuencia que le tocó vivir.

Estaba mirando mi cámara cuando de repente se escuchó la explosión. Por un momento no entendí nada, sólo sentí la ola de la explosión como un dolor en el cuerpo. Me caí al suelo.

Vi a todo el mundo corriendo, alejándose del humo. Me senté y vi que mi mano sangraba, pero no sentía dolor.

Mi trabajo es saber lo que está pasando, así que corrí en el sentido contrario al que corría todo el mundo. Cuando se disipó el humo, vi que estaba en el medio de un círculo de cadáveres.

Sólo atiné a llorar y a sacar fotos a mi alrededor.

No ayudé a nadie porque no podía, realmente estaba en shock. Sabía que tenía que cubrir eso, registrarlo todo, todo el dolor, la gente corriendo, llorando, golpeándose el pecho, gritando: ¡Muerte a Al Qaida, muerte al Talibán!

Vi muchos niños heridos, que no se movían.

Echó un vistazo a la derecha y vio a una niña, Tarana Akbari, de entre 10 y 12 años. Gritaba espantada, con su mejor vestido, de un verde brillante, manchado de sangre. Y las manos abiertas, impotentes, desesperada. A su alrededor, montones de cuerpos. Nerviosismo, incredulidad, amargura, absurda barbarie.

Cuando Tarana vio lo que le había ocurrido a sus hermanos, primos, tíos, madre, abuela, a todos a su alrededor, sólo podía gritar.

Hizo muchas cosas, pero si se ven mis fotos, está siempre gritando. Esta horrorizada reacción fue lo que quise capturar.

Una desgarradora imagen que no fue pintada por Edward Munch:

Yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.

No es de Munch, pero lo parece. La realidad imita al arte. Una pobre cría gritando, destrozada por dentro, de pie sobre una pila de cuerpos, inmediatamente después del miserable y criminal ataque suicida. Una fotografía desoladora, que te encoge el corazón. Y tu sangre hierve, incapaz de circular.

Al poco tiempo, periodistas de la AFP, encontraron a Tarana y la entrevistaron:

Cuando pude levantarme, vi a todos alrededor de mí, tirados en el suelo, cubiertos de sangre. Estaba muy, muy aterrorizada. Aún tengo pesadillas.

Fotógrafo afgano Premio Pulitzer

La niña sólo resultó levemente herida en una pierna. Ahí quedó su parte físico. Lo que no tiene remedio, es que murieron siete personas de su familia. Entre ellos, su hermano pequeño Shoaib, de siete años. Su madre y sus hermanas Sunita, de 15 años, y Sweeta, de cuatro, también tuvieron que pasar por el hospital. El padre no estaba.

No fue una melodía, fue un estruendo brutal. No fue Tarana (Palabra persa, que significa melodía), fuimos todos nosotros. Gritamos en silencio…

¿Hasta cuándo?

Archivado en Afganistan, National geographic, Sociedad
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