Si existiera una guía de cómo confeccionar el relato corto perfecto ésta describiría línea por línea Sredni Vasthar. Esta historia encierra todos los elementos necesarios para triunfar y ser al mismo tiempo una obra de enorme calidad: una situación común y creíble pero con alguna pincelada de fantasía, una narración impecable y un final macabro e inesperado que el autor no llega a revelar de manera directa en ningún momento.
Este relato cuenta con versiones en radio, cine y televisión, siendo, junto con La ventana abierta, una de las composiciones más conocidas del autor británico donde todas sus señas de identidad como escritor se encuentran recogidas: prosa ágil y carente de artificios, acción precisa y final terrible.
Con la excusa de contar el suplicio en que se ha convertido la vida de Conradín, un niño débil y enfermizo, Saki despliega toda su imaginación con un doble objetivo: por un lado criticar la estricta educación que sufrió en su infancia y, por otro lado crear sorpresa, horror y carcajadas a partes iguales.
Saki se mueve con fluidez en este formato narrativo y consigue crear en el lector profundos sentimientos de comprensión hacia unos personajes y odio hacia otros con un esfuerzo descriptivo en apariencia mínimo: unos leves trazos le bastan para construir un personaje tridimensional y completo. Esta creación de lazos sentimentales unida a la enorme facilidad para mantener la tensión y la incertidumbre línea tras línea consiguen crear imágenes tan claras en el lector como si se encontrara ante una pantalla de televisión.
Otro punto a resaltar es la sutileza con que el autor enfrenta los juegos de la infancia con las absurdas reglas de los adultos constituye y que constituye otro de los puntos fuertes de Saki y que explotó ampliamente a lo largo de su carrera literaria: una asombrosa capacidad para detectar, señalar y criticar con astucia e ironía las costumbres de la época que le tocó vivir.
Saki en estado puro. Saki en todo su esplendor. ¿Qué haces que aún no lo has leído?