Después de haber dado un panorama general de la Social Media Week que se llevó a cabo la semana pasada, recuperamos algunas de las líneas de reflexión abiertas durante las ponencias del evento. Para ello abordaré tres grandes ámbitos que van de lo más general a lo más particular, a saber, del concepto de lo social al de lo político, para culminar con aplicaciones particulares a ámbitos como el cine y la televisión. Sirven de ejemplo las muy interesantes aportaciones de Dolors Reig, psicóloga social y autora del libro Socionomía, Antonio Gutiérrez, asesor de comunicación y consultor político, Jaume Ripoll, director editorial de Filmin, Daniel Calamonte, director de comunicación online de 7yAdicción y, finalmente, las aportaciones de la mesa redonda titulada “Twitter y televisión: lo cierto y lo simultáneo”.
La Sociedad aumentada, una revolución social y del conocimiento
¿Cómo explicar el éxito y el efecto que están teniendo las nuevas tecnologías y las redes sociales? Dolors Reig nos propone una respuesta: “porque satisfacen un instinto social absolutamente natural en el ser humano” (p. 22 de Socionomía). Había algo que se había dejado de lado (casi perdido) con los medios de comunicación ahora llamados “tradicionales” como televisión y radio: la interacción, la bidireccionalidad de la comunicación. Es precisamente esto lo que las redes sociales han traído de vuelta, el diálogo que nos es tan propio vuelve a estar en el centro de nuestras vidas. Esto, como veremos, no siempre gusta a aquellos acostumbrados al “silencio de las masas”.
Con esta sencilla premisa Reig comienza a extraer consecuencias de este “instinto” de sociabilidad (siempre habrá quien no esté de acuerdo con la clasificación de este impulso como algo natural) que se ve aumentado por las nuevas tecnologías. Se genera entonces un híbrido entre el ya muy difundido concepto de realidad aumentada y el que ella nos propone: sociedad aumentada. ¿Qué quiere decir esto? Que aquello que ya de hecho somos se ve aumentado por su conexión a medios computarizados. Somos sociables por naturaleza, pero es gracias a las redes sociales que podemos llevar esa sociabilidad a niveles nunca antes vistos. Ya decía Aristóteles (multicitado en el evento, por cierto) en la primera línea de su Metafísica: “Todos los hombres desean por naturaleza saber o conocer”, pues hoy satisfacer este impulso es sumamente sencillo. Estamos mucho más cerca que nunca (si no es que ya pasamos la meta) del ideal enciclopédico de la difusión del saber en la humanidad.
Ahora bien, el conocimiento sumado a la sociabilidad, a la posibilidad de compartirlo y debatirlo, ha traído como consecuencia sucesos como el de la famosa primavera árabe y sus réplicas en varios rincones del mundo. Asistimos, por tanto, a una auténtica revolución social que va de la mano del conocimiento. De aquí la importancia de abordar y pensar los cambios que seguiremos experimentando dado que, como dice Reig, en la sociedad aumentada se aumenta, valga la redundancia, tanto lo bueno como lo malo que ya tenemos. Como apunte crítico puedo decir que el concepto me parece un excelente punto de partida, pero quizá, siguiendo al ya citado Aristóteles, conviene hacer un matiz pasando del aumento a la potencia. Con esto quiero decir que lo que sucede es que las potencialidades humanas, ya de por sí presentes, encuentran un mejor medio para actualizarse y para hacerlo de una mejor manera. La sociedad aumentada, por tanto, tendrá como resultado una sociedad actualizada cuyo rostro dependerá de las potencias que pasen al acto y en qué medida lo hagan.
La política 2.0: el ciudadano recargado
Ya que conectamos con el tema de las potencias, el salto al tema del poder es más o menos sencillo. La revolución social y del conocimiento, como decíamos, produce un cambio fundamental: la pirámide del poder se invierte amenazando con romperse por completo. En efecto, la recuperación de la bidireccionalidad de la comunicación y el aumento en nuestra “natural” tendencia a compartir nuestra opinión, van haciendo que el silencio del gobernado-consumidor se convierta en un verdadero alarido que los habitantes de la cúspide no pueden seguir ignorando. Esta es una de las aportaciones de Antonio Gutiérrez: el poder se está redefiniendo.
Sin duda que la clave del fenómeno que Gutiérrez califica como disruptivo está en la nueva clase de ciudadano que se tiene en esta era de los Social Media. Mayor control, mayor fiscalización, mayor información, comunidades potenciadas… todos tenemos hoy en día la posibilidad de dar a conocer nuestra opinión públicamente. Además, dicha opinión se sustenta en información que se propaga a velocidades de vértigo (sobre todo para los políticos que parecen ser lentos por naturaleza). Esto hace temblar a la clase política que ve asomarse en el horizonte la posibilidad de una política sin partidos y sin “políticos profesionales” (que no es lo mismo que profesionales de la política). La representatividad en una época como esta puede dar un giro crucial gracias a las nuevas tecnologías, pero un giro que podría dejar fuera a los partidos.
El ponente ha resumido de manera inmejorable el cambio en la definición del poder con una frase de Nikesh Arora: “La competencia ya no será entre grandes y pequeños, sino entre rápidos y lentos”. Pensadlo un poco que de ahí se deriva el que hoy cualquiera puede ser un David derrotando a un Goliat. Un panorama muy interesante se deja ver desde el campo de la política. Quien quiera profundizar un poco más en el tema puede acudir al libro de Antonio Gutierrez, La política vigilada. Amantes o no de la política, es un tema que no tiene desperdicio.
¿Medios tradicionales contra medios progresistas?
El concepto de medios tradicionales llama mucho mi atención. Lo tradicional, de acuerdo a la RAE, es aquello relativo a la tradición o lo que sigue las ideas, normas o costumbres del pasado. La tradición, por su parte, está vinculada a la transmisión de algo de una generación a otra. De manera que los medios tradicionales serían aquellos que hemos heredado de nuestros ancestros y que seguimos por su valor como pasado. Pero hay también un componente de poder, un tufo de conservadurismo en el concepto que quizá es el que realmente caracteriza a estos medios: ellos generan información y productos para el consumo, pero difícilmente digieren una réplica a sus contenidos.
Tanto desde la industria del cine como desde la televisión el mensaje fue el siguiente: Twitter (especial aberración a esta red social) es una minoría que normalmente sirve para destruir. De ambas partes se ve como un error el tomar decisiones a partir de lo que desde las redes sociales se dice, y advierten en repetidas ocasiones sobre el peligro que conlleva el centrar estrategias de mercadeo sólo en ellas. Ideas que salían más del prejuicio y el temor a algo que resulta nuevo y que amenaza los fundamentos de tu actividad. Pensad que las redes sociales hacen casi obsoleto la figura del espectador, elemento básico de estos medios que, siguiendo la tradición, se acostumbran a que el que está expectante no habla. Por suerte Daniel Calamonte había ya dado una perspectiva en la que la integración entre ambos tipos de medios se ve bastante posible.
Me he extendido ya demasiado aquí, por lo que para una reseña de esta jornada les remito al excelente trabajo de nuestros amigos de Obrellaunes. Y cierro estas líneas de reflexión respondiendo de nuevo a la afirmación de la mesa en torno a que Twitter se trata de una pistola puesta en manos de un mono. Como lo dije en su momento: eso sólo puede afirmarse desde la profunda ignorancia tanto de Twitter como de los monos. Y para muestra este vídeo que la misma Dolors Reig compartió con nosotros y que os dejo al final: ni el mono ni nosotros actuamos para destruir, hay un sentido de justicia que nos es inherente, ¿no lo pensáis así? ¿Será que los medios tradicionales lo son por oponerse a la democratización de los contenidos que en ellos se emite? Quedan abiertas las líneas de reflexión.
Lo del mono es buenísimo!!!