No siempre resulta fácil escoger un papel, por mucho que seas un mito en el mundo del cine y tengas décadas de experiencia en la industria. Imagina que no conoces la obra de J.R.R. Tolkien y de pronto alguien te propone encarnar al mago Gandalf, ¿qué pasaría? Pues quizá lo mismo que le ocurrió a Sean Connery, que rechazó formar parte de la franquicia de Peter Jackson porque “no entendía nada de lo que leía” tras echar un ojo a los libros y los guiones. Finalmente, el papel fue a manos de Ian McKellen por mucho menos dinero del que se le ofreció al escocés.
Al que fue James Bond, Guillermo de Baskerville y padre de Indiana Jones, le propusieron un sueldo de diez millones de dólares y un 15% de la taquilla total, ya que la productora quería asegurar el éxito de las películas con un actor de renombre en el reparto. Considerando la recaudación de la saga, podría haberse embolsado cerca de 450 millones de dólares, y su carrera seguiría en lo más alto. Y es que poco después de esto, decidió retirarse tras protagonizar La Liga de los Hombres Extraordinarios, una cinta bastante mediocre basada en un interesante cómic de Alan Moore.
Si las cosas hubieran seguido otro curso, Sean Connery estaría a punto de estrenar la primer parte de la trilogía de El Hobbit, y su último papel en el cine hubiera competido en popularidad con los más destacados de su dilatada trayectoria cinematográfica. Por desgracia, al final todo transcurrió de forma distinta, y El Señor de los Anillos fue un éxito a pesar de su ausencia. Seguro que el actor se arrepiente de la decisión tomada, pero tampoco deja de ser algo común que las estrellas de Hollywood dejen escapar guiones jugosos que acaban en manos de desconocidos, así que al menos tiene el consuelo de que su error resulta común.
¿Qué te parece este tema? ¿Crees que la trilogía de El Señor de los Anillos hubiera disfrutado de más popularidad contando con Sean Connery, o consideras que habría sido un lastre tenerlo en el elenco protagonista?
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