– Paul Cézanne – Manzanas y naranjas – 1899 – Óleo sobre lienzo 74×93 cm – Museo de Orsay (París)
Cézanne es fundamental para la vanguardia del siglo XX, Picasso y Matisse lo admiraron por sus creaciones. Es independiente y muy solitario. Estuvo al margen de las corrientes oficiales y las exposiciones, realizó su labor de forma aislada. En su pintura realizaba una continuo estudio de investigación.
Nace en 1839 en Aix-en-Provence en el seno de una familia de clase alta. En 1859 su padre compra una mansión en el campo, donde se traslada Cézanne y entra en contacto con la naturaleza. De gran formación humanística, tuvo como condiscípulo a E. Zola, que le abrió todo el campo de la literatura romántica y los planteamientos del Realismo y Naturalismo, luego su amistad quedó rota por una serie de desavenencias.
Sus primeros años de formación fueron en Aix-en-Provence, unos cursos de dibujo en los que se inspiró en David e Ingres. Sin embargo su padre se empeñó en que estudiara derecho, gracias al apoyo materno se traslada a París para empezar su carrera como pintor. Llega a París en 1861, allí es donde Zola le orienta. Comenzó a copiar en el Louvre, a Caravaggio, Rubens, el Greco, Zurbarán, Velázquez… También descubre la pintura del Romanticismo y del Realismo.
Uno de sus primeros referentes es Delacroix, al que admira y en él encontró una pintura apasionada, de contenido literario, muy importante para su primera etapa. Posteriormente conoce la pintura de Courbet, Daumier y Millet que le acercan a la realidad y le llevan a abandonar los contenidos literarios y oníricos. No consiguió el ingreso en la Academia de Bellas Arte de París, este fue su primer fracaso. Así, cada vez se va aislando más por la incomprensión del entorno.
El postimpresionismo es un término histórico-artístico acuñado por el crítico inglés Roger Fry con motivo de una exposición de Cézanne, Gauguin y Van Gogh celebrada en Londes en 1910. Se aplica a los estilos pictóricos de finales del siglo XIX y principios del XX. Los postimpresionistas derivan desde el impresionismo hacia una pintura personal que anuncia los movimientos pictóricos más importantes del XX. Surge como una extensión del impresionismo pero a su vez rechaza las limitaciones de éste. Creen que el impresionismo, en su afán por captar la luz del natural, había disuelto las formas y que los elementos del cuadro habían perdido volumen, dibujo y sentido del espacio.
El postimpresionismo consigue una recuperación del dibujo y se preocupa por captar no sólo la luz sino también la expresividad de las cosas y de las personas. A partir de ahora el color tendrá un valor subjetivo y expresivo, aunque no coincida con la realidad, pues se busca el color por su carga emotiva. Las formas se harán más claras y nítidas, más volumétricas, llegando incluso a geometrizarlas. Y estas formas son más claras si los colores están contrastados entre sí. Las composiciones son más sencillas y estáticas. Pero a partir de estos principios, cada pintor tendrá su propia personalidad.
Cézanne recupera en su pintura el volumen gracias a la geometría, el dibujo y la definición de las formas sus pinceladas son constructivas. Las estructuras de las cosas no cambian aunque cambie la luz que les dé, y sabemos siempre cómo son. Y la mejor manera de destacarlas es reduciendo estas a figuras geométricas básicas y claras: cilindro, cono, esfera, circunferencia, triángulo, etc. Todo esto sin renunciar a un color de gran intensidad mediante los contrastes y las sombras coloreadas, pues el color aporta luz y reconstruye la forma. No usó el sistema de claroscuro tradicional.
Esta forma de pintar origina pequeñas distorsiones por la utilización de más de un punto de vista, como se aprecia en este bodegón. Reivindica el componente bidimensional de la pintura; no le interesa la profundidad ni la perspectiva tradicional, ni siquiera la tridimensionalidad. En su época de madurez, momento al que pertenece el cuadro, hace suyo un género que entonces estaba desprestigiado: el bodegón o naturaleza muerta. Para Cézanne el bodegón es un tema de estudio, ideal para probar, combinar y componer.
Realiza numerosas pruebas en grandes sesiones de trabajo para sintetizar el objeto, no para copiarlo fotográficamente. Se dio cuenta, de que las frutas varían con el paso del tiempo, y también los pliegues de los manteles; por eso terminó enyesando los manteles y pintando frutas de cera
En la serie de seis bodegones a la que pertenece esta obra se encuentran los mismos accesorios: vajilla de loza y jarra con decoración floral. En la obra que vemos las piezas de fruta destacan por su esfericidad. Algunas realmente no parecen tales frutas, sino simples círculos o esferas, cuyos volúmenes nos vienen dados por la precisión de los contornos y perfiles, construidos a través de la modulación del color con una sola gama de tonos, rojos y naranjas.
Una característica de este cuadro es el uso que hace de la perspectiva, pues rompe con las normas tradicionales: En el cuadro algunos objetos presentan una doble visión. Así, el cuenco que en el centro guarda la fruta presenta, en su parte superior, un punto de vista, y en su parte inferior, otro, como visto desde arriba. Y lo mismo ocurre con los distintos objetos entre sí. Mientras el plato de la izquierda presenta una perspectiva casi vertical, la jarra se ve frontalmente. Así la composición se enriquece porque ofrece dentro de una misma imagen múltiples puntos de vista, como si nosotros nos moviéramos delante de esta mesa con fruta. Esto es visible en el mantel, cuyos pliegues, duros y acartonados, adquieren el volumen y relieve por efecto de los matices de color. La composición se organiza con una colgadura que cierra la perspectiva y un marcado triángulo blanco, con el frutero central en su vértice; crea así una estructura estable y sólida.
¿Crees que esta obra recuerda las naturalezas muertas flamencas del siglo XVII? ¿Nos ofrece una visión intelectualizada de la realidad? ¿Te parece su concepción visual y distante de la visión que tenían de esa misma realidad los impresionistas?
Cézanne no es de mis favoritos en este periodo, pero sin duda es un referente cuando hablamos de naturaleza muerta. Gran artículo, muy interesante.
Los franceses y su ojo que todo lo ve y todo lo atrapa. No extraña que de ahí mismo surgiera un radical para decir: ¡ya basta! ¡Viva Marcel Duchamp! 😛