El día D cierra la persiana y la hora H es una manta que me tapa casi por completo. ¡Es hora de escribir el artículo prometido! Solo se me ven los dedos y los ojillos en la oscuridad. Suficiente. Me aprovecharé de ti… para poner en orden las opiniones y sensaciones que me está dejando la primera parte de El atlas de las nubes. ¿Me ayudas?
Vale, ayer se estrenó la película de los Wachowski, pero yo todavía no he comprado la entrada, y pongo a Dios por testigo, que resistiré la tentación de ver a Halle Berry en pantalla grande… hasta que me termine el libro. ¿Se puede ser más guapa? ¡Llámame pedante! ¡O algo peor! ¿Cachondo? Venga, voy a relajarme, estoy cansado de estar tan estirado. Sé que es una superproducción que viene precedida de unas críticas pobrísimas, y me da un poco de miedo… así que de momento, vamos a distanciarnos de ese nubarrón. Vamos a mojarnos.
El cine y la literatura son artes incomparables. No descubro ningún secreto milenario si digo que una gran novela puede engendrar una pésima película. Y al contrario, no es necesario que venga firmada por un Nobel para ganar el Óscar más deseado. Hay que perseguir el mismo espíritu, pero son códigos distintos.
Después de esta introducción, vamos al lío. O no… El atlas de las nubes es una novela compleja, y su comentario no podía ser simple. Una de sus peculiaridades es su estructura narrativa, como te habrás dado cuenta si has leído esta primera parte. No es una trama lineal…
No sé tú, pero yo me imagino al señor Mitchell frente al ordenador, con la página del word en blanco, rumiando su nueva novela, mordiéndose el labio. El teléfono móvil no para de vibrar, su agente está impaciente. Y de pronto, pega un puñetazo sobre la mesa. ¡Soy un gran escritor de relatos cortos! Y si… (este “y si” es el culpable de los mayores avances de la humanidad, y de las grandes calamidades) y si… junto seis relatos inéditos, escribo esas historias como si cada una tuviera su propio autor, con diferentes estilos y registros, y después… ¿encuentro un nexo de unión? Voy dejando unas miguitas de pan aquí y allá, y más tarde… tiro un lazo alrededor del cuello de mi purasangre.
¡Necesito algo que las articule, que las entronque! Es un reto intelectual y literario, ¡será divertido! Se escucha un clic, el interruptor del genio. Entonces, ya sí, con la sonrisa reflejada en la pantalla, lanza un pequeño balón de baloncesto azulado a una canasta que hay colgada en la puerta cerrada, y desde el pasillo, escuchamos las primeras teclas… y los botes ahogados de un mapamundi que se pierde en una esquina.
Más allá de las bromas, y de las nubes, nuestro amigo David es un valiente. El británico nos regala seis historias ambientadas en distintas épocas y en escenarios diferentes. Hoy vamos a comentar las 5 primeras. Hasta que comienza “El cruce de Sloosha y toda la vaina”.
Casi todos los relatos están escritos en primera persona. ¿Por qué? Es más fácil identificarse, les da cercanía y credibilidad. ¡Y lo necesita! Creo que es una buena idea. A partir de ahí, cada personaje plasma su personalidad y nos cuenta su vida. David Mitchell juega con nosotros y con los géneros literarios. Un diario, unas cartas, una novela de misterio, una huida al infierno del absurdo y el patetismo, una confesión… siempre relacionándolos de forma sutil. Hasta ahora no ha hecho más que situarnos, y sin embargo, creo que la calidad de las distintas tramas no es equilibrada. Yo ya tengo mis favoritos, ¿y tú?
¿De qué nos hablan? Del poder. Es una crítica social en toda regla.
El diario del Pacífico de Adam Ewing
La primera historia te embarca hacia un destino exótico, las islas Chatham, cerca de Nueva Zelanda. Es el año 1850 y podrían estar buscando un tesoro, si en lugar de Mitchell, hubiera sido Stevenson, el ideólogo. Es un relato corto que tiene forma de diario. Un anzuelo que me enganchó desde la primera línea. Cada uno tiene sus perversiones. No es Anna Frank, ni Bridget Jones, es una aventura que promete un mar encrespado y un temporal duro. Hombres.
El joven notario Adam Ewing relata sus andanzas en su travesía por el Pacífico. Descubrimos su vida en la isla, su “amistad” con el médico, la relación y convivencia con los salvajes de su especie, y su trato con los indígenas. Más tarde, sube a un navío para volver a San Francisco. Esa extraña enfermedad… ¡dará juego!
Los moriori son esclavos. Mitchell nos taladra la mente repitiendo una y otra vez, que no se puede ser bueno. Que te aplastan.
Robert Louis Stevenson, el Tusitala, sentado en una playa, contigo, y en el centro, una hoguera. Olvidándose de la tuberculosis por un minuto, en el ocaso del día. Una voz crepita… “Jueves, 7 de noviembre. Más allá de la aldea India…” ¿imaginas vivir eso? ¿Cuánto pagarías?
Cartas desde Zedelghem
Me cautiva este personaje. Es turbio, cínico y poliédrico, Mr. Ripley, Félix Krull y la Kathy Bates de Misery, se fusionan para reencarnarse. Es la historia de Robert Frobisher, un joven músico desheredado, libertino, vividor y sinvergüenza, que mantiene una relación epistolar con su amigo y quizás amante, Sixmith. Es un episodio de entreguerras, sucede en 1931 cerca de la ciudad de Brujas.
Robert siente una gran pasión por la música, es un pícaro culto, que por azares de su irresponsable vida y porque no tienen donde caerse muerto, acaba entrando al servicio de uno de los grandes compositores de música clásica de su tiempo, que se encuentra incapacitado y retirado. La edad y los achaques no perdonan. El trabajo de nuestro protagonista le ayudará a plasmar en un pentagrama los compases que de otra forma, se malograrían derramados en su mente. Robert escribe al dictado y aprende rápido…
Me gusta la relación prohibida y carnal que mantiene con la promiscua mujer de Ayrs y en contraste, la tirantez con la hija, que se huele algo raro. Tiene un sexto sentido que no va desencaminado. ¿La mecha y la dinamita?
Vidas a medias: el primer misterio de Luisa Rey
Es la década de los 70 en California. Podría estar sonando Riders on the storm o algo de Bob Marley and the Wailers en el tocadiscos. Se acabó la música clásica. Una historia de suspense, de intriga. Una investigación, una muerte. No es la más original, desde luego, podría ser un guion en serie de Hollywood.
Un thriller empresarial. Un clon, una hamburguesa. Un informe pelícano. ¡Parezco Sabina! Y sin embargo, como ocurre con las películas de este tipo que nos llegan de la meca del cine, no te aburre… del todo. El abrazo del oso perezoso.
Una periodista sin suerte se pone a investigar un caso de corrupción, ¡no te rías! Se va a inaugurar un nuevo y revolucionario reactor nuclear, y un viejo al que conoce en un ascensor, no pienses mal, le da un chivatazo a la chica. Cuestión de escrúpulos. Esa empresa energética, esa corporación malvada, no debería ganar premios “verdes”. No se preocupan por la naturaleza… unos piratas, que ya sabemos de qué pie cojean.
Lo único que me sorprendió fue el final. El final de la primera parte, obviamente. Luisa Rey me parece muy gris.
El tremendo calvario de Timothy Cavendish
Reino Unido, siglo XXI. Un viejo editor tiene un negocio que coquetea con el fantasma de la ruina, hasta que un crimen catapulta una de sus obras a lo más alto de las listas de ventas. Su salvación, al fin saldará todas sus deudas. ¿Todas? Puede que no todo el mundo esté de acuerdo con el reparto, el éxito tiene muchos padres y los bolsillos sacados ya no están de moda. Tendrá que escapar de unos matones.
Humor satírico, influenciado por La conjura de los necios de John Kennedy Toole o por los personajes de Tom Sharpe. Unas ocurrencias absurdas y patéticas. Aunque de momento, mucho menos brillantes. Se me hace pesado. No empatizo para nada con el personaje. Eso sí, me encantó la escena en la que lanzan al vacío al crítico literario. Desternillante. Soy simple.
Al final del “capítulo”, el tipo es encerrado en contra de su voluntad en un asilo a prueba de fugas. Veremos qué hace para escapar, o qué visitantes recibe…
La antífona de Sonmi-451
La primera pisada en el futuro. Esta vez es una entrevista personal o interrogatorio entre un Archivista y Somni-451, un clon genomizado que trabajaba como camarera en Papa Songs hasta que despertó, adquirió conciencia, “ascendió”, aprendió a pensar por sí misma. Y claro, quiso saber qué había fuera. Más allá de su destino. Ya no se conformaba.
Al principio te cuesta entrar en esta distopía. Al menos, a mí. Una ciudad futurista en alguna parte de Asia. Los nombres de las grandes compañías multinacionales han sustituido a muchos verbos y sustantivos: sonys, suzukis, fords, disneys… es chocante, pero quién sabe, no es descabellado.
Hay dos tipos de personas. Los purasangres, consumidores compulsivos, y los fabricantes, que son los clones, esclavos diseñados para desempeñar las tareas más peligrosas o alienantes.
Es la historia de una rebelde. El desfiladero que existe entre la cobardía ignorante y la sabiduría indomable.
¿Sería David Mitchell un autor olvidado en España si no fuera por el estreno de la adaptación cinematográfica? ¿Llevará Halle Berry un antojo en la piel? ¿Ya tienes todas las conexiones que imbrican las historias? ¿Te parecen oportunas e innovadoras? ¿Qué te ha parecido hasta ahora la novela? ¿Estás dispuesto a continuar leyendo, y sobre todo, a comentarlo con nosotros? ¡Más te vale!
Cuando dijisteis, vamos a leer “El atlas de las nubes” me dije, “vale siempre está bien leer un libro y comentarlo entre más lectores”. Pronto llegó el momento de ponerme manos a la obra, y a medida que fui avanzando pensé: “¿pero qué lío es este?” pues la variedad narrativa es al principio desconcertante. Sin duda la parte que más me ha conquistado es el futurista mundo de Sonmi y no creáis que estamos lejos de que el nombre de las cosas cambie. Sin ir más lejos tenemos, kleenex (para los pañuelos desechables), Coca-cola (para el refresco de cola) e incluso hay más ejemplos. Por lo que, ese futurista mundo en ese aspecto no parece tan lejano. Estoy deseando ver cómo avanza la historia y ver finalmente cómo encajan todas las piezas del puzle. Así que continuaré la lectura.
Jajaja Es cierto, al principio te quedas parado. No es Memento ni Rayuela, pero te descoloca su estructura narrativa.
Tienes razón en lo de las marcas, Aránzazu. Es algo que ya se ha arraigado. Además de las que dices, Walkman, pan Bimbo, una Gillette, rímel, iPod, termo… son muchas.
La ascensión de Sonmi es una historia poderosa. Muy bien narrada. A ver cómo termina… Junto a la de las cartas de Frobisher, mis favoritas. 🙂
Un lío monumental, pero que te hace querer seguir y seguir. Sonmi tiene un encanto tremendo, pero he de decir que hay cosas de Cavendish que terminan por conquistar. Primero a disfrutar de ese lenguaje extraño posterior a la caída y después volver sobre estos curiosos sujetos.
P.D. Las cartas son fascinantes realmente. Y la situación entera es cada vez más y más interesante.