Los ingredientes están dados. Tenemos una fuente de información bastante amplia y hemos reflexionado ya sobre aspectos importantes de la investigación. Es el turno de la voz propia, momento de la creatividad para generar un texto en el que demos cuenta de nuestras reflexiones. No hay nada que temer, si otros han escrito su opinión y llevamos un tiempo siguiéndoles tenemos, ¿por qué no hemos de participar en el debate? Ya sea en un blog personal o en un trabajo académico –del que el blog también puede formar parte–, escribir es un acto de generosidad en el que compartimos con otros lo que pensamos y el trabajo que hemos desarrollado para llegar a esas ideas.
Aquí les propongo un sencillo esquema que permite desarrollar una estructura clara y sencilla para dar orden a las ideas en un texto. Son tres sencillos pasos que parte de un elemento básico en el ser humano, a saber, la curiosidad por el conocimiento. Esta inquietud fundamental se manifiesta a través de preguntas, por lo que el centro de esta propuesta está en generar las necesarias para ir dando forma nuestras ideas. Se trata, por tanto, de preguntar y responder llevando al lector por un camino sencillo y coherente. Nada de complejidades ni recetas mágicas, no es sino el seguimiento de lo que hacemos normalmente cuando nos interesa saber algo.
El tema
Ya que hablamos de inquietudes seré muy claro: si el tema no te motiva será más difícil desarrollarlo. Esto no quiere decir que sólo podemos escribir sobre aquello que no interese, sino que siempre existe la posibilidad de darle a un tema un enfoque que logre despertar nuestra inquietud. El trabajo es encontrarlo y explotarlo. Al definir un tema, por tanto, es muy importante que éste nos diga algo, nos llame en el sentido de que despierta nuestra curiosidad innata. Este paso responde a la pregunta madre: ¿qué?, ¿qué quiero decir?, ¿de qué quiero hablar?, ¿qué me interesa?, ¿qué quiero compartir?
Es el momento de poner en práctica la brevedad de la que hablábamos la semana pasada. Ese qué hay que intentar sintetizarlo en una frase sencilla y directa: sujeto, verbo y objeto (o predicado). Aprovechando nuestra próxima edición de Mundos paralelos en Xombit pondré el siguiente ejemplo: me interesa escribir sobre la novela erótica, bueno pues debo definir una frase sencilla sobre lo que quiero decir al respecto. La novela erótica requiere de una importante dosis de imaginación para no caer en lo absurdo. He aquí un ejemplo de un qué sobre un tema. Evidentemente el trabajo será explicar las razones que tengo para decir tal cosa. Esto nos lleva al segundo paso.
Los apartados
Mi primera frase me ha dado ya un importante punto de partida. Por eso hay que demorarse en ella tanto como sea necesario, que las prisas no os hagan quedarse con afirmaciones muy evidentes o que no expresen lo que realmente inquieta. ¿Cómo saber cuando ya tenemos una buena frase? Muy sencillo: de inmediato generará más preguntas. Yo os sugiero que comencéis por lo más evidente siempre, es decir, por definir los conceptos más importantes. En este caso: ¿qué se considera como novela erótica? Si no se responde a esa pregunta podríamos dejar la puerta abierta a muchos equívocos.
Las preguntas del tipo ¿qué es…? nos darán la definición del tema. Es importante abrir con este tipo de contextualización para que todo el que nos lea sepa de lo que hablamos. De aquí que la siguiente parada sea dejar claro desde dónde estamos enfocando el asunto. ¿Quién ha dicho algo sobre el tema? Nuestra herramienta de información entra en escena. Es momento de realizar lo que se denomina estado del arte: ¿quién ha dicho qué sobre esto? La extensión de este apartado dependerá del tipo de texto que estemos realizando. Quien esté realizando un trabajo de investigación tendrá en este punto unas cuentas páginas por delante. Quien realice un comentario escolar podrá darse por bien servido con un par de párrafos.
Después de esto entramos directamente en materia. Haber dado cuenta de algunos puntos de vista sobre lo que nos proponemos tratar bien puede servir como pretexto para comenzar a escribir desde nuestra propia óptica, es decir, se puede comenzar contrastando opiniones o definiendo posturas. Por ejemplo, podríamos decir: por mi parte estoy de acuerdo con lo que expresa tal autor en torno a este tema. Preguntas como por qué es importante el tema o cómo se ha resuelto el problema nos ayudarán a seguir el camino. Siguiendo con nuestro ejemplo bien podemos preguntarnos: ¿qué se entiende por imaginación?, ¿qué hay de malo con el absurdo?_ o ¿por qué la novela erótica debería evitar ese lugar?
Como orientación general puedo decir que hay que pensar en un número reducido de preguntas. Se trata de que sean aquellas que resultan imprescindibles para comprender mejor nuestra frase que ha servido de arranque. Quizá en un inicio se os ocurran muchas, pero ya veréis que poco a poco podréis ir viendo la relación entre ellas y dejando solo las realmente imprescindibles. Ya os he dado una, el qué, ahora os doy otra que no puede faltar: ¿qué pensáis vosotros del tema? La conclusión no puede faltar en un buen texto. Es el elemento que cierra, pero que al proponer algo propio también mantiene abierta la ventana del diálogo y el debate.
Vamos por los párrafos
Ya que tenéis las preguntas fundamentales volveremos a hacer uso de la brevedad. Se trata de escribir cuatro (número para orientar pero pueden ser más o menos) frases sencillas y directas para contestar a cada pregunta. Un importante ejercicio de síntesis: ¿cómo contestar a cada pregunta en cuatro frases? Cada una de ellas servirá para abrir o cerrar un párrafo, es decir, nos darán la pauta sobre lo que habremos de escribir. Por ejemplo, si mi primera pregunta es qué es la novela erótica debo responder con una frase sencilla: la novela erótica es un género literario que tiene al erotismo o al sexo por su objeto principal. Esta frase, como puede verse, bien puede ser el inicio de un párrafo para después seguir dando ejemplos de este género.
En este paso, por lo tanto, se trata de definir de manera sintética la información fundamental con la que queremos que se quede quien nos lee. Generar una frase o proposición, preguntarnos cosas sobre ella e ir respondiendo una a una estas cuestiones. Este es el proceso que estamos siguiendo. Entre cada una de estas frases podéis usar párrafos auxiliares para explicar, profundizar, matizar o cualquier otra acción que sea necesaria con respecto a la idea que se acaba de exponer. Lo importante es ir siguiendo una estructura que sea fácil de seguir y de reconstruir. Con eso tendréis ya el campo preparado para que la escritura fluya sin temor.
Al llegar a este punto no quedará sino volver el camino para cambiar preguntas por un título y los subtítulos. En estos es mejor ser claros, decirle al lector lo que encontrará en las siguientes líneas. Poco a poco se desarrollará la habilidad de usar figuras retóricas para nombrar la esencia del contenido, pero para quien se inicia basta y sobra con decir de manera clara qué es lo que se ha desarrollado en ese apartado. Para más detalles sobre este proceso os dejo esta presentación que espero os sea de utilidad. No dudéis en dejar comentarios y, como siempre, me encantará saber de sus experiencias y sugerencias para mejorar esta propuesta. ¡Ánimo y a escribir se ha dicho!