Ronda de noche – Rembrandt – 1642 – barroco – óleo – 438 x 359 cm – Rijksmuseum
En esta obra el pintor convierte un acontecimiento normal de la vida holandesa en un hecho grandioso. Mezcla el retrato colectivo con el cuadro de historia y realiza una auténtica revolución, tanto por la disposición novedosa y atrevida de los retratados como por su técnica fabulosa.
Rompe con las convenciones del retrato de grupo. Rembrandt ordena a los retratados no por su jerarquía sino por razones plásticas, supeditando sus intereses particulares a la unidad de acción. La mayoría de los retratados se quejaron porque todos no aparecían claramente ni mostraban con precisión el rango que poseían. El pintor demuestra su libertad de espíritu y su modernidad.
Se trata de un retrato corporativo, típico de la tradición pictórica holandesa. Rembrandt cobró 1600 florines por él, 100 de cada uno de los retratados, una suma más que considerable para la época y probablemente los dos oficiales pagaron más por ocupar un lugar preeminente en el cuadro.
La obra fue un encargo de la Corporación de Arcabuceros de Ámsterdam para decorar la Kloveniersdoelen, sede de la milicia. Debido a esto, Rembrandt usó monumentales dimensiones para el lienzo.
El encargo, que debía ser concluido para el banquete de inauguración de la sede de la compañía, fue junto a otros retratos corporativos parte de la conmemoración de la llegada en 1638 a Ámsterdam de la reina madre María de Médicis, viuda de Enrique IV de Francia, exiliada por orden de su hijo Luis XIII y del intrigante cardenal Richelieu. Esta visita regia a la capital holandesa fue celebrada por sus autoridades con gran pompa y boato.
Los personajes aparecen captados por el pintor holandés tal y como los pudo contemplar en numerosas ocasiones en el momento en que a diario la compañía se preparaba para formar y salir a continuación ordenadamente para recorrer la ciudad en su misión de vigilantes del orden. Además, en el cuadro aparecen tres niños corriendo y un perro que animan la escena.
Personajes principales: capitán Frans Banning Cocq (1605–1655): capitán de la compañía y figura central que vertebra los ejes del cuadro. Con la mano indica la orden a su teniente y la alarga al espectador incluyéndolo en la escena. Teniente Willem van Ruytenburch: teniente de la compañía, es el que recibe la orden de preparar la compañía para la formación.
La niña es un personaje clave en el cuadro, por ser el único femenino y servir de foco de luz. La niña no se encuentra en penumbra y las sombras no la tocan. Parece un espectro que poco tenga que ver con el resto de personajes.
La luz es la auténtica protagonista, la utiliza para componer el cuadro. Influido por Caravaggio, Rembrandt usa el tenebrismo y el claroscuro, creando fuertes contrastes entre la penumbra y la luz. La luz proviene de la izquierda, según la dirección de las sombras proyectadas. Esta luz, a pesar de su concepción realista, no actúa uniformemente, sino que ilumina y destaca a ciertos personajes y relega a otros a la sombra.
El pintor está preocupado por el claroscuro. Crea zonas de penumbra dorada frente a otras fuertemente iluminadas, que ciegan y deslumbran (como la niña que corre, con un gallo colgado en el cinturón). La luz emana del interior de las figuras de manera irreal, creando una atmósfera mágica y misteriosa.
El colorido es muy rico, lleno de contrastes y matices. Usa tonalidades opuestas par contrastar como el uniforme claro y oscuro de las dos figuras centrales, el negro riguroso del capitán resaltando el blanco de su golilla o incluso el tono dorado de la penumbra en contraste con las caras iluminadas. El color ha sido aplicado con pinceladas anchas, espontáneas y pastosas. El dibujo, apenas esbozado, queda disminuido por la importancia del color y la luz, siendo poco nítidos los contornos de las figuras.
Esta obra resulta muy compleja, aparentemente desordenada. Rembrandt se apartó de lo convencional, evitando una escena estática y formal, generando acción, más del gusto del Barroco. Muestra a los soldados preparados para una misión, presentando al grupo de forma espontánea y libre, captado el instante, como si se tratase de una fotografía.
Hay animación y ruido, cada uno hace cosas distintas, en las más variadas actitudes y posturas, con movimiento vivo. A diferencia de cuadros de la misma temática, en que la disposición de las figuras siguen un orden jerárquico preciso, el pintor basó la colocación de los personajes únicamente en razones plásticas. Este ordenamiento es completamente original y constituye un nuevo modo de concebir el retrato colectivo. La composición aparentemente desordenada está en realidad construida de un modo racional según los dos ejes medios del rectángulo que conforma el lienzo.
La sensación de espacio en diferentes niveles: el de la penumbra del portalón, el de la calle radiante de sol y el del observador, se asemeja a otros juegos compositivos típicamente barrocos como se pueden encontrar en Las meninas de Velázquez o en El jardín del amor de Rubens.
Se observan todas las características típicas del barroco: composiciones llenas de movimiento y dinamismo, con predominio de líneas diagonales y curvas; colorido rico y variado, con un color que unifica el cuadro (el dorado); contrastes de luces y sombras; desvalorización de la línea; realismo y gusto por el detalle; falta de claridad y confusión.
¿Conocías estos retratos de grupo? ¿Aparte de su vertiente innovadora del retrato en grupo, pudo ser un provechoso negocio para Rembrandt?