Como diría Elisabeth Bennet de Orgullo y Prejuicio, es una verdad mundialmente reconocida que Trinity mató a Dexter, personaje y serie, hace cuatro temporadas. Todos lo sabíamos pero, como el niño de El Sexto Sentido, hemos permanecido calladitos hasta el final con la esperanza de que todo se arreglase en el último momento, como siempre. Pero no ha sido el caso.
El final tiene muchísimos problemas: es ridículo, apresurado, manierista, cursi y, sobre todo, tremendamente cobarde, algo que se aplica a toda la temporada y que, por desgracia, no es nada nuevo ya que se convirtió en marca de la casa a partir de la quinta temporada, tras el asesinato de Rita.
Su muerte, por inesperada, nos sobrecogió a todos y despertó en el hasta entonces frío Dexter Morgan su primer sentimiento genuino, eso que esta temporada se suponía tan importante, pero en aquel momento los guionistas no quisieron o no se atrevieron afrontar las consecuencias de semejante hito y se empeñaron en intentar volver a la normalidad, algo imposible a esas alturas.
Después de eso, la serie se dedicó a a dar vueltas sin cesar para acabar siempre casi en el mismo sitio, siempre evitando la verdadera evolución, y ni siquiera Debra descubriendo el secreto de Dexter consiguió cambiar la dinámica. Por eso no nos tendríamos que escandalizar con el final ya que, en realidad, han sido coherentes con la trayectora de la serie al quedarse a medias, con ese Dexter que se vuelve a ir de rositas recluído por propia voluntad en su particular purgatorio maderero después de arrojar el cuerpo de su hermana a una bahía llena de cadáveres de criminales y que deja que su querido hijo se vaya a Argentina con una asesina en busca y captura.
Lo peor de todo es que los responsables de Dexter sabían desde hace más de un año serie que la serie se acababa, por lo que han tenido tiempo más que suficiente para planificar un buen final centrado en cerrar las tramas principales. ¿Y que han hecho? Perder el tiempo abriendo líneas argumentales complejísimas que surgen de la nada –la doctora Vogel y su hijo psicópata, el posible pupilo de Dexter–, retomando otras que parecían superadas –vuelta de Hannah– y con mil tramas secundarias o terciarias que, a la postre, se han quedado sin resolver –¿qué pasa con la hija de Masuka? ¿serán ellos los protagonistas del rumoreado spin off?–. ¿Hacía falta que pasasen tantísimas cosas en tan sólo doce episodios? Rotundamente no.
De todas maneras, es inútil darle más vueltas al asunto. Yo, en vista del despropósito de ésta temporada, voy a optar por la fanesia y simplemente olvidaré que existió. No me costará demasiado ya que este Dexter cursi, con las hormonas revolucionadas y sin oscuro pasajero –aunque eso estaría por ver– no es mi Dexter y, por lo tanto, éste no es su final.
No puedo estar más en sintonía con el artículo.
Final cobarde de los que duelen por lo que pudo haber sido y lo que fue.