Hace no mucho días decidí escribir sobre fotografía, los primeros temas que se me ocurrieron trataban de las nuevas tecnologías, del crecimiento de las cámaras compactas, de la calidad del vídeo, y esas cosas “nuevas” que poco a poco vemos. Decidí dejar eso para una segunda tanda, ya que se escribe mucho de eso y me planteé antes, ¿cuáles son los problemas? Con un primer acercamiento al final de la fotografía de calidad, al papel impreso y a cosas derivadas, el segundo problema es algo más moderno en el tiempo pero parece que será el siguiente paso que nos encontraremos.
Al igual que el otro artículo empezaré con la situación actual de la fotografía de consumo, estamos en un momento en el cual se siguen vendiendo cámaras compactas, menos que antes pero siguen existiendo y muchas marcas siguen apostando por ellas. La tendencia del mercado es otra, y cada vez esas cámaras compactas buscan diferenciarse más en su calidad respecto a un smartphone, eso poco a poco sube los precios, y hace que la posibilidad de comprar un cámara compacta se vaya a extremos, a gente más centrada en la fotografía, que el típico usuario de consumo que la compra para un par de ocasiones al año y poco más.
Las cámaras brigde empiezan a tener cada vez más público, las compactas avanzadas y las mirrorless también, pero es un nicho diferente, y hasta la aparición del smartphone, la gente no veía extraño convivir con dos segmentos de cámaras diferentes, algo que ahora está reservados no para los compradores medios, sino para los usuarios avanzados, que además de querer su “cámara principal”, quieren una segunda algo más pequeña y que tenga calidad para algunas situaciones concretas.
Esto es un pequeño problema para un sector como es el de las cámaras compactas baratas, esas que cuestan entre 60 y 100 euros, que en el 99% de los casos ofrecen mejores calidades y más opciones que los smartphones, pero que la mayor parte de los compradores no ven necesarias por varias razones, la primera que no quieren llevar otro dispositivo encima y por último que creen que no ofrecen más calidad.
La verdad es que esto no es así, una compacta de 100 euros, a día de hoy, perdón por la expresión, “se come” a una smartphone de gama alta en casi todos los apartados. Tendremos resoluciones parecidas, pero la realidad es muy diferente, con un sensor bastante más grande y una lente mejor, tenemos mejores fotografías en buenas condiciones de luz, con mucha más definición gracias a ese sensor más grande.
Además en las condiciones complicadas, el sensor más grande, la mejor lente y todo el conjunto nos hace mejores fotografías en poca luz, en movimiento y en casi cualquier situación. ¿Pero si es mejor una cámara en todas estas situaciones es suficiente razón el hecho de no querer llevar dos dispositivos? Pues seguramente para alguien que le guste la fotografía no. Para aquellos que no les gusta seguramente en condiciones concretas tampoco, pero el problema es la costumbre y el uso.
Un smartphone te da más versatilidad, no tienes que estar pendiente de llevarlo, de la batería –porque ya lo cargas todos los días–, de la capacidad porque sueles tener más opciones de almacenamiento, ni de pasarlas al ordenador porque existen muchas aplicaciones que lo hacen de manera automática y sobretodo de buscarlo en casa para llevarlo porque vivimos con él en las manos. Añadiendo a todo esto dos factores diferenciales, la grabación de vídeo en los smartphones suele tener bastante más resolución por usar procesadores más potentes y el carácter social que tienen nuestras fotografías y lo fácil que es subirlas a las redes sociales.
En definitiva, con las cámaras ganamos calidad, pero con el smartphone ganamos versatilidad, comodidad, actos sociales y dinero, no hay que olvidar que todos tenemos smartphone –o casi todos– y una cámara compacta por muy barata que sea, es una gasto extra en un tiempo como el actual.
